Por José Gilberto Valdés
El argentino Ernesto “Che” Guevara de la Serna (1928 -1967),
médico y guerrillero, era de una arcilla amasada por la hidalguía que lo llevó
al contacto directo con los hombres y mujeres oprimidos de África y Latinoamérica,
en el ejercicio de la medicina o de las armas. Las
jóvenes generaciones de cubanos aprecian la imagen de este hombre sobre la repetición
de una consigna de la organización de Pioneros: ¡Seremos como el Che!.
Sin
embargo, la connotación de la frase en mucho mayor, cuando fue expresada por
Fidel el 18 de Octubre de l967: “Si queremos expresar
cómo aspiramos que sean nuestros combatientes revolucionarios, nuestros
militantes, nuestros hombres, debemos decir sin vacilación de ninguna índole:
¡Que sean como el Che!”
La
brillante trayectoria de Ernesto Guevara fue más cercana e imitable para los
abuelos, los padres de quienes en este verde caimán tienen ahora quince, veinte…
años de edad, cuyos valores y subjetividades, a juzgar por las circunstancias,
distan de aquel pensamiento plasmado en el texto El
Socialismo y el hombre en Cuba (1965): “Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original “.
Por
esa razón en los tiempos actuales de perfeccionamiento de nuestra sociedad, a
veces causa asombro, como si fueran develados secretos, la magnitud de las ideas y riguroso análisis del Che sobre la
importancia del trabajo creador y aspectos de la economía socialista.
La responsabilidad del desconocimiento es de
los mayores, de incongruencias en el sistema educacional o de retratos insustanciales
de esa personalidad en los medios de comunicación.
Se trata de reemprender la
marcha correcta para comprensión de quién era realmente el Ernesto Guevara, el hombre universal que
sentenció un sentido de la vida a las generaciones de cubanos. Entonces, ¡Seremos como el Che!
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