En un siglo de existencia, la institución educacional de Camagüey ha graduado a 9 mil 730 maestros agrícolas y técnicos medios. En la actual variante de politécnico agropecuario “Álvaro Barba Machado” se estudian seis especialidades, en especial las de agronomía y forestal, además de obrero calificado agropecuario y en jardinería.
Por José Gilberto Valdés
“Pepe” entra directo hasta el parque central
de la granja escuela. Todo tan verde como antes. La mirada recorre la copiosa
mata de mangos, le parece más alta la ceiba, y sonríe por la convivencia
de aquella caoba y una palma. Para él no falta ninguno de los bancos
semicirculares de cemento y encuentra la añeja campana colgada ahora a un árbol.
No están todos los edificios de cuando hace cinco décadas comenzó a estudiar
técnico medio en el cultivo de la caña.
Tan delgado y de movimientos ágiles como
aquellos tiempos, pero suman cuatro arrugas y mucho pelo blanco, José L.
Fernández vuelve a asombrar con geniales proyectos que exigen un conocimiento
adicional: prepara un audiovisual para conmemorar el centenario de una granja
escuela, convertida después en instituto
tecnológico de la caña “Álvaro Barba Machado” y en la actualidad un politécnico
agropecuario.
Durante
semanas ha atrapado sueños, recuerdos,
alegrías y tristezas, de 9 mil 739 personas que adquirieron conocimientos
teóricos y prácticos en el acontecer agropecuario cubano. La tarea no ha sido
fácil, pero será el mejor homenaje a los profesores de todos los tiempos y,
¿por qué no?, también a los estudiantes.
La
Génesis: Granja escuela Gaspar
Betancourt Cisneros “El Lugareño”
Un tercer compañero hizo coincidir las indagaciones
documentales sobre la granja escuela en un cuarto climatizado, especie de
“cueva” que tiene Pepe en su casa, habilitada
con la computadora jurásica muy útil, estantes de libros, herramientas, cables,
cámaras y su equipo de radioaficionados. Cada pieza en el pequeño local
justifica la variopinta de pasiones de este ingeniero agrónomo, jubilado emprendedor.
Confrontamos datos históricos y efectivamente
este tipo de enseñanza se multiplicó durante los primeros años de la República
en las cinco antiguas provincias cubanas. En octubre de 1916 se funda la Granja
Escuela Gaspar Betancourt Cisneros “El
Lugareño” en una finca a cinco kilómetros al este de la ciudad de Camagüey. El
claustro eran cuatro profesores, quienes además compartían labores
administrativas, mientras era muy limitada la matrícula, una treintena de
alumnos de origen campesino, en cursos que oscilaron de dos a tres años.
Según referencias del Dr. C. Oscar L. Parrado
Álvarez, de la Universidad de Camagüey, en el desarrollo de la agricultura en
Cuba dejaron sus huellas graduados de estas aulas, entre ellos Julián Acuña
Galé, quien por sus destacados conocimientos fue recomendado al Dr. Juan Tomás
Roig para la Estación
Experimental Agronómica de Santiago
de las Vegas. Igualmente, se forjaron allí Pedro Pablo Acosta Pérez, importante
investigador sobre la producción cañera, y Eliseo Acosta Pérez, creador entre
otras variedades de la JA 60-5, resistente a enfermedades que salvó la industria azucarera en la década
de los 70.
Con el flaco “Pepe”,
precisamente hijo de un maestro agrícola graduado en La Habana, revisamos un
grupo de imágenes de la época acerca del paso por esta granja escuela
(1941-1945), y luego por la Universidad de La Habana, del guajiro “Barba”, un
líder estudiantil de la FEU y gran amigo de
Fidel. Tras el triunfo de la Revolución, asumió responsabilidades en el
desarrollo forestal en Cuba, hasta fallecer en un accidente de aviación en
1962, al regreso de una conferencia de la FAO, en Rio de Janeiro.
Entre tanto, las viejas instalaciones se
remozaron, arribaron nuevos equipos agrícolas
y se amplió la base material de estudios, para el nuevo objetivo de
formar técnicos especializados en el cultivo de la caña. El nombre seleccionado
para el Instituto Tecnológico es “Álvaro Barba Machado”.
La gran
tarea: Instituto Tecnológico de la Caña “Álvaro Barba Machado”
Desde mediados de los años 60, se captaron
centenares de muchachos en escuelas rurales y también de la ciudad, bien para
los cursos de nivelación escolar y o para el calendario lectivo de la
especialidad, que conformaron generaciones de técnicos que llevaron sobre sus
hombros el desarrollo cañero, fundamentalmente en Camagüey, Ciego de Ávila y
otras provincias.
Sentado junto a mi interlocutor, al cabo de
cuarenta y tantos años, al primero que recordamos es a Víctor Manuel Esnard con
los extraordinarios resultados dirección participativa, rigor y comprensión, así
como a los profesores como Figueroa --enarbolando el lema “haciendo se aprende
a hacer”; los hermanos Acosta en su afán por transmitir experiencias; el matemático
Atilio; o a la teacher Angelita y el ingeniero soviético que hasta seccionó un
tractor para revolucionar la enseñanza de la maquinaria agrícola.
¡Cómo vacilamos a nuestros compañeros con las
fotos de los cuatro encuentros de graduados realizados hasta la fecha! Entre
muchos, mencionamos a Omar Carrero, quien se convirtió en uno de los mejores pícheres cubanos. Por supuesto, recordamos
las bromas campesinas como aquel de
sueño tan pesado que a veces amanecía sobre el colchón a la orilla de la ceiba,
al caballo que pintaron franjas verdes, la chiva amarrada en la cama de un “ausente”,
o el jarro de agua que le echaron por una ventana a un custodio, pues no dejaba
coger el teléfono…
Muchas sin dudas son las anécdotas en sucesos
paralelos, desde cuando nos preparamos durante el Estado de Alerta Combativa en
mayo de 1966, y luego la presencia de sargentos y tenientes soportada
mutuamente durante tres años, al combinar los estudios con el servicio militar
obligatorio.
¡Y las zafras! Siempre nuestras brigadas de
macheteros superaron a los restantes tecnológicos de la provincia, aun cuando
coincidimos con “Pepe” lo difícil que fue para los citadinos adquirir similares habilidades y resistencia de los
compañeros que procedían de las zonas rurales, cuya base económica era la
producción azucarera.
El gran reto fue la puesta en práctica de
conocimientos durante los ocho meses de “La Zafra de los Diez Millones”, (finales
del año 1969 a mediados del 1970). Grupos de estudiantes del ITC “Álvaro Barba
Machado” se destinaron a los centros de acopio de caña donde atendieron, con
toda su complejidad, la programación de corte y la normación de la cosecha manual,
en la que participaban trabajadores agrícolas, movilizados voluntarios,
soldados de las Divisiones de Infantería Permanentes y miembros de la Columna
Juvenil del Centenario.
Fuimos testigos y protagonistas en un hito histórico
del pueblo cubano que se convirtió en una enseñanza para hacer las cosas bien,
superar deficiencias administrativas y limitaciones, para que el revés fuera
victoria..
La
nueva generación del Instituto Politécnico Agropecuario “Álvaro Barba Machado”
En un siglo de existencia, esta institución ha
graduado 9 mil 730 maestros agrícolas y
técnicos medios en agronomía. En la actual variante de politécnico agropecuario
se estudian seis especialidades: técnicos medios en agronomía y en forestal,
además de obrero calificado agropecuario y en jardinería. En tanto, se imparten
cursos no afines como bibliotecología y
lenguaje de señas para la comunicación con personas sordas y mudas.
Desde hace seis años, Noralys Cutiño es la
primera mujer a cargo del funcionamiento IPA. Graduada como técnico medio en
agronomía en 1992, hizo suyo el principio de que los graduados eduquen a nuevos
alumnos, función que alternó con los estudios por encuentros de la licenciatura
en Pedagogía.
La directora nos comenta que “las captaciones
de los alumnos de noveno grado en Camagüey
son a partir de la formación vocacional, en círculos de interés, conferencias y
visitas a centro en las convocatorias a puertas abiertas. Actualmente tenemos
334 estudiantes”
“A partir de la demanda de la Agricultura,
ingresan 31 muchachas y muchachos para estudiar técnico en agronomía y la misma
cifra para forestal. Nosotros siempre cumplimos el plan”
Al mencionar la palabra muchachas, vienen a la
mente aquellas primeras cinco que en el año 1965 irrumpieron entre centenares
de jóvenes que no habían superado los rezagos machistas y la pregunta: ¿y ellas
qué van a hacer en el campo? Sin embargo, muchas veces ellas fueron ejemplos
por la disposición en las tareas, sin pedir tregua desde las fuertes prácticas
de producción y hasta en los ejercicios militares.
Una joven de 17 años de edad se encarga de
despejar la incógnita. Clarisbel Avilés Gainza es del poblado de Altagracia,
rodeado de agricultura. Nada tiene que ver su familia con este reglón
económico, pero la seleccionó pues “me parecía que era una carrera bonita. Ya
estoy en segundo año y me encanta el trabajo con las plantas, los animales, la
tierra…Siento que mi futuro será útil”
“Muchas hembras comparten estas ideas conmigo
y por eso, vale la pena sobrellevar las condiciones de la beca, no por lo
material, sino por estar alejada de la casa. Comparando con otros estudiantes
externos, tenemos más posibilidades para el estudio. Este es mi gusto, que es
mío, y yo lo escogí. Es un honor estar aquí en esta escuela con tanta historia”
Tras décadas de ausencia, al parecer a la
escuela le faltaban cosas. Ciertamente, se multiplicó el objetivo de difundir
conocimiento. Hace un año, sus áreas forestales y otros terrenos pasaron a
forman parte del proyecto Parque Botánico --el más grande de su tipo dentro de
una ciudad-- en función de la ciencia, la educación especializada y el esparcimiento
de la población. Es un homenaje perpetuo al científico cubano Julián Acuña Galé,
en la cual se conservarán las 47 plantas estudiadas y descubiertas por el botánico
(1900-1973) y otras 20 que le dedicaron.
La Granja Escuela Gaspar Betancourt Cisneros “El Lugareño”, y sus
variantes posteriores de Instituto Tecnológico de la Caña, o Instituto
Politécnico “Álvaro Barba Machado”, han
sido una fragua centenaria en la formación de jóvenes con amplios conocimientos,
cada cual en su tiempo y requerimientos,
para el desarrollo de la agricultura cubana.
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