Por José Gilberto Valdés
Hoy amanecí repitiendo fragmentos de un poema: «Me
desordeno, amor, me desordeno…/ y casi sin querer, casi por nada…» Como todo
romántico cubano, esa especie al parecer agotada, había citado los versos en
otras oportunidades, hasta para engalanar simplemente un piropo a mi esposa,
cuando pretendía que las palabras dieran un salto de miles de kilómetros.