Por José Gilberto Valdés
Hoy amanecí repitiendo fragmentos de un poema: «Me
desordeno, amor, me desordeno…/ y casi sin querer, casi por nada…» Como todo
romántico cubano, esa especie al parecer agotada, había citado los versos en
otras oportunidades, hasta para engalanar simplemente un piropo a mi esposa,
cuando pretendía que las palabras dieran un salto de miles de kilómetros.
El día comenzó con una noticia triste. La autora de ese
popular poema había fallecido este miércoles 29 de agosto a la edad de 96 años.
A Carilda Oliver Labra la había visto reciente en un programa de televisión.
Sus ojos vivarachos, la sonrisa de eterno amor en el sentido universal de la
palabra, la intensa voluntad de la legendaria matancera, cuya belleza renovada
al pasar de los años, se multiplicaban en la pequeña pantalla.
Con una extensa sumatoria de reconocimientos la poetisa de
Cuba y de Hispanoamérica es la leyenda hecha mujer. Según la nota informativa de
su fallecimiento, la poseedora de los premios Nacional de Literatura (1997) y
Excelencia (2017) atesora en su fecundo quehacer unos cuarenta libros
publicados y traducidos al Inglés, Francés, Alemán y Búlgaro, entre ellos Al Sur de mi garganta, reeditado en seis
oportunidades, Desaparece el polvo,
cuatro; Soneto, tres y Se me ha perdido un hombre, en dos
ocasiones.
Entre sus obras antológicas apasionadas sobresale, sin dudas,
el Canto a Fidel, escrito en marzo de
1957: «Gracias por tu dignidad,/gracias por tu rifle fiel,/por tu pluma y tu
papel,/por tu ingle de varón»
También sus valores
revolucionarios se aprecian en su Conversación
con Abel Santamaría: «Es fuerte como la
primavera del milagro»
A Carilda con toda admiración y respeto, por su cultura y
patriotismo, releo su obra ,indago los puntos de vista sobre la poetisa,
mientras murmuro «Me desordeno, amor, me desordeno»
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