Texto y foto José Gilberto Valdés
Fidel no es más que un hasta luego, no es más que un breve adiós el que te dan los camagüeyanos en las primeras horas de este dos de diciembre, cuando se cumplen sesenta años del desembarco de los expedicionarios del Granma, que iniciaron la epopeya rebelde, entre reveses y victorias, para culminar con el triunfo de enero de 1959.
Y es realmente un breve adiós. Cuando veo salir el cortejo fúnebre con las cenizas del Comandante en Jefe, desde la Plaza de la Revolución “Mayor General Ignacio Agramonte Loynaz, imagino que lo acompaña la caballería mambisa de andares briosos, solemnes por el momento luctuoso, con jinetes entristecidos que mantienen alertas sus manos sobre el largo sable o el machete que trocó funciones agrícolas por bélicas.
En este hasta luego, no puedo dejar de abstraer esas representaciones. Porque fue aquí, en mayo de 1973, cuando enérgicamente nos diste la orden de combate:
“Y si queremos saber cómo deben ser los camagüeyanos en esta lucha contra la pobreza, en esta lucha por el desarrollo, en esta lucha por la Revolución: ¡Como los soldados de Ignacio Agramonte! ¡Y cargar al machete, como cargaba su caballería gloriosa en aquella épica contienda!”
La Revolución no la ha hecho una sola generación. La orden es permanente, por lo que debemos reponernos rápidamente del pesar que acongoja nuestros corazones. A partir de ahora contaremos con la intervención omnipresente de tus ideas y enseñanzas en cada obra o tareas que nos conduzca a que cada día sea mejor nuestro sistema social. Cabalgaremos con tesón para que sea perfectible el principio de todos y para el bien de todos.
Por estas razones hoy no nos despedimos de ti Comandante invicto, te decimos ¡Hasta siempre!
Fidel no es más que un hasta luego, no es más que un breve adiós el que te dan los camagüeyanos en las primeras horas de este dos de diciembre, cuando se cumplen sesenta años del desembarco de los expedicionarios del Granma, que iniciaron la epopeya rebelde, entre reveses y victorias, para culminar con el triunfo de enero de 1959.
Y es realmente un breve adiós. Cuando veo salir el cortejo fúnebre con las cenizas del Comandante en Jefe, desde la Plaza de la Revolución “Mayor General Ignacio Agramonte Loynaz, imagino que lo acompaña la caballería mambisa de andares briosos, solemnes por el momento luctuoso, con jinetes entristecidos que mantienen alertas sus manos sobre el largo sable o el machete que trocó funciones agrícolas por bélicas.
En este hasta luego, no puedo dejar de abstraer esas representaciones. Porque fue aquí, en mayo de 1973, cuando enérgicamente nos diste la orden de combate:
“Y si queremos saber cómo deben ser los camagüeyanos en esta lucha contra la pobreza, en esta lucha por el desarrollo, en esta lucha por la Revolución: ¡Como los soldados de Ignacio Agramonte! ¡Y cargar al machete, como cargaba su caballería gloriosa en aquella épica contienda!”
La Revolución no la ha hecho una sola generación. La orden es permanente, por lo que debemos reponernos rápidamente del pesar que acongoja nuestros corazones. A partir de ahora contaremos con la intervención omnipresente de tus ideas y enseñanzas en cada obra o tareas que nos conduzca a que cada día sea mejor nuestro sistema social. Cabalgaremos con tesón para que sea perfectible el principio de todos y para el bien de todos.
Por estas razones hoy no nos despedimos de ti Comandante invicto, te decimos ¡Hasta siempre!
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