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martes, 9 de abril de 2019

Por la unidad de la causa mambisa


Por José Gilberto Valdés
Hace 150 años, los principales jefes de los grupos de orientales, camagüeyanos y villaclareños,  levantados en armas contra la colonia española, marchaban por zonas liberadas o evitaban el contacto directo con las fuerzas ibéricas hacia el poblado de Guáimaro, en manos mambisas desde el 4 de noviembre de 1868, menos de un mes del inicio de la guerra independentista.
La historiadora Mary Cruz señala que sólo en Camagüey se hallaban los españoles a la defensiva. En Oriente, los revolucionarios sufrían los ataques de las fuerzas al mando del Conde de Valmaseda, mientras en el occidente los voluntarios al servicio de las autoridades de España se dedicaban al horrendo vandalismo.

La convención constituyente apenas siete meses de iniciada la lucha independentista, debía enfrentar la creciente de la contraofensiva de Valmaseda quien proclama:
«Todo hombre desde la edad de 15 años que se encuentre fuera de su finca, como no acredite un motivo justificado para haberlo hecho, será pasado por las armas (…) Todo caserío donde no ondee un lienzo blanco, en forma de bandera, para acreditar que sus dueños desean la paz, será reducido a cenizas.»
No obstante Guáimaro, como en una fiesta, vio desfilar a los héroes. Carlos Manuel de Céspedes, iniciador de la lucha,  arribó a la localidad con 300 de sus hombres.
 Mary Cruz, en la biografía de Agramonte, señala que el mambí camagüeyano entró con su traje dril crudo y corbata de lazo, vestimenta encargada días antes a su esposa Amalia Simoni, quien  había salido de Puerto Príncipe hacia la región liberada de Sibanicú, en la numerosísima comitiva estaban presentes, entre otros, Antonio Zambrana, el Márquez de Santa Lucía Salvador Cisneros Betancourt, y su primo Eduardo Agramonte.
Después llegaron Miguel Jerónimo Gutiérrez, Eduardo Machado. Honorato del Castillo y otros representantes de Las Villas que habían hecho el camino a marchas muy forzadas y a bala viva.
Ignacio Agramonte asistía al encuentro de los principales líderes revolucionarios con la concepción de organizar instituciones republicanas. En sentido opuesto, estaban las atribuciones asumidas por Carlos Manuel de Céspedes al iniciar la lucha.
La firma de la primera Constitución de la República en Armas en el pueblo libre de Guáimaro constituye un legado histórico que enorgullece a los camagüeyanos, pues se definió la organización de la contienda libertadora, pues en los campos de Cuba Libre dos gobiernos y dos banderas distintas. Por encima de las indiferencias que lastraban el movimiento revolucionario  en esta convención prevalecía la idea de la unidad en la formación de la nacionalidad cubana

La destacada profesora e investigadora camagüeyana Elda Cento Gómez apunta que la redacción de la Carta Magna estuvo a cargo de Ignacio Agramonte y Antonio Zambrana. «Este documento fue el primero de su tipo discutido, aprobado y promulgado en los campos de Cuba Libre, y en él, siguiendo las líneas de las constituciones del siglo XIX, se estableció la división tripartita de poderes con un Ejecutivo —el Presidente de la República—; un Legislativo —la Cámara de Representantes— y un Judicial, independiente de los anteriores.»
Entre los aspectos más significativos de sus veintinueve artículos, se encontraba la declaración de que todos los habitantes de la República eran libres, con lo cual dejaba oficialmente extinguida la  esclavitud en los territorios dominados por las fuerzas insurrectas. Fuimos también así el último país del hemisferio donde se suprimió oficialmente este funesto dominio de los hombres por el hombre.
«Una vez constituida la Cámara --destaca Elda Cento (Premio Nacional de Historia en 2015)-se eligió como su presidente a Salvador Cisneros Betancourt y como sus secretarios a Ignacio Agramonte y Antonio Zambrana. Le siguió la designación de Carlos Manuel de Céspedes como Presidente de la República; y de Manuel de Quesada Loynaz como General en Jefe del Ejército. También fueron creadas cuatro Secretarías de Gobierno: Guerra, Hacienda, Interior y Relaciones Exteriores, designándose para ellas a Francisco Vicente Aguilera, Eligio Izaguirre, Eduardo Agramonte Piña y Cristóbal Mendoza, respectivamente.»
El camino hacia la independencia se tornó tortuoso. No funcionaron adecuadamente las instituciones republicanas; surgieron discrepancias entre os poderes Ejecutivo y Legislativo; no se pudieron conciliar los criterios en el transcurso de los diez años de lucha: más influyeron la división y la intriga, que las armas españolas.
En su discurso por el centenario de la caía de El Mayor Ignacio Agramonte, el Comandante en Jefe Fidel Castro significaba  que « pese a la pureza de principios, el patriotismo y la honradez de los cubanos, aquellas instituciones no marcharon, y en aquellas circunstancias no pudieron marchar tal como ellos las habían concebido, tal como ellos las habían idealizado».

Fuentes:
El Mayor.  Cruz, Mary. Ediciones Contemporáneas UNEAC, 1972
Discurso con motivo del centenario de la caída en combate del mayor general Ignacio Agramonte. Castro Ruz, Fidel. 11 de mayo de 1973.

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