Por José Gilberto Valdés
José Martí se refirió a Ignacio Agramonte Loynaz, uno de los principales jefes mambises de la Guerra de los Diez Años (1868 - 1878) contra España que gobernaba a Cuba con brazo de hierro ensangrentado.
Cierto es el adolescente Martí, residente en La Habana por esos años, no podría tener vivencias personales acerca de patriota camagüeyano, quien en las sabanas de Camagüey --en la región oriental de la Isla-- los grados de Mayor General.
Sin embargo, la pluma martiana siguió paso a paso las huellas del héroe junto a otros insurrectos notables de la gesta independentista: "Por su modestia se trata de un casco, era de seda, blanca y tersa, como para que se pueda leer la gloria; oía más que hablaba, aunque tenía la única elocuencia estimable, que es la que la organización de la limpieza del corazón; se sonó cuando se ponderó su nombre; se humedecían los ojos cuando pensamos en El heroísmo, o cuando sabía de una desventura; o cuando el amor le besaba la mano ... "
Este 23 de diciembre, los cubanos tienen momentos de reflexión especial en el aniversario 175 del natalicio de Ignacio Agramonte en la otrora Villa de Santa María del Puerto del Príncipe. A los 27 años de edad, este abogado de fuertes ideales, independiente, se convirtió en un lado, la vida de una familia pudiente, se colocó en el lado
de los hombres y mujeres que emprendieron la marcha por el tortuoso camino en la formación de la nacionalidad cubana.
Muchas personalidades de la guerra independentista siempre se expresaron palabras de elogio, como Carlos Manuel de Céspedes, primer presidente de la República de Cuba en Armas, con el que se tuvo en cuenta, en la forma de conducir la guerra, el llamado "Heroico hijo" el 8 de julio de 1873. En ese mismo año, Ramón Roa Garí se define como “Hombre de hierro”.
Los veteranos de la guerra le llamaban "Paladín de la vergüenza". Enrique Collazo Tejada, destacado brigadier del mambisado cubano, quien combatió a sus órdenes, se refirió a él como "Salvador de la revolución y el genio militar militar", en tanto el patriota cubano Manuel Sanguily le dio realce continental, al llamarlo en 1917, " Un Simón Bolívar ”.
El dominicano
Máximo Gómez, que se convirtió en la jerarquía militar en las dos guerras contra la colonia española, que el patriota de camagüeyano fue llamado “Sucre cubano”.
En una carta que Manuel de Quesada le escribió el 20 de enero de 1870, que trasciende a nuestros tiempos : "En fin, amigo mío, siga U. siendo el modelo de los jóvenes y la admiración de los viejos, y no dude que usted a adquirir un nombre preclaro (…) ”
Ignacio Agramonte no abandona en ningún momento el único camino decoroso en la lucha por la independencia de Cuba, en el que aparece también como disciplinado jefe militar, organiza una caballería de centauros armados de fusiles cortos, machetes, que se encuentran en el orgullo entre los revolucionarios y temor para el enemigo.
“El Mayor, como se conoció su tropa cayó en combate el quinto año de la guerra independentista, víctima de su patriótica osadía, cuando el 11 de mayo de 1873, organizó el combate una columna de soldados españoles en los potreros de Jimaguayú, al sur de la ciudad de camagüey.
En el centenario de ese evento, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz analizó: "La historia ha sido terrible para el resto de los revolucionarios, posiblemente no se haya producido el alzamiento en Las Villas, y con toda seguridad España concentrar sus fuerzas para que pueda aplastar en un tiempo que se refiera a los patriotas orientales, si no se ha consolidado el levantamiento armado en Camagüey. Y que fue incuestionablemente obra y mérito de Ignacio Agramonte ”.
Y sentenciaba la Continuidad histórica Entre Aquella lucha y Los Tiempos Actuales al Decir: “Y si Queremos sable CÓMO Deben Ser los camagüeyanos En Esta lucha contra la Pobreza, En Esta lucha por el Desarrollo, En Esta lucha por la Revolución: ¡Como los soldados de Ignacio Agramonte! ¡Y cargue al machete, como se cargó su caballería gloriosa en aquella épica contienda! ".
Fuentes consultadas:
Blog “El Lugareño” del autor.
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