Por José Gilberto Valdés
El 10 de octubre de 1968
marcó un punto de cambio en el largo y tortuoso camino de la nación cubana. Pudo ser en esa fecha o en cuatro días más
tarde, sin embargo, el bayamés, abogado y poeta Carlos Manuel de Céspedes (1819-1874) consideraba que ya era el momento para
convocar a las armas por la independencia
de España, que gobernaba a la Mayor de las Antillas con brazo de hierro ensangrentado.
Las ideas independentistas del alzamiento en el ingenio azucarero “La Demajagua”, en la región oriental de la Isla, tienen antecedentes, según algunos
investigadores, en 1603, cuando también los bayameses tomaron las armas para
defender, ante las autoridades españolas, su derecho de subsistencia a través
del comercio de contrabando.
Más de un siglo después se
registran las sublevaciones de los vegueros ante el establecimiento del Estanco del
Tabaco, que daba el control total de la compraventa de este producto que
facilitaba a los peninsulares un
provechoso negocio.
Una expresión de patriotismo fue, sin dudas, la defensa
de la villa de Guanabacoa dirigida por Pepe Antonio, ante la toma de La Habana por los ingleses en
el año 1762.
La
gesta del 1868 a 1878 constituyó el crisol de la Nación Cubana. En el desigual
combate contra la metrópoli española se fortaleció el orgullo nacional, unió en
el campo insurrecto a hombres poseedores de riquezas, intelectuales, campesinos,
pobres y sobre todo a las dotaciones de negros que alcanzaron la libertad producto de la contienda
independentista
Hace 144 años, blancos y esclavos se fueron a
la guerra…juntos
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