Por José Gilberto Valdés/ Televisión Camagüey
Esta mañana, cubanos de todas las edades lanzaron flores a los arroyos, ríos y el mar en una tradición patriótica que recuerda la última de las mil hazañas del Comandante Camilo Cienfuegos, quien desapareció hace cincuenta y cinco años.
El legendario guerrillero había concluido una de sus reiteradas visitas a Camagüey, luego de abortar la asonada traidora y contrarrevolucionaria de Hubert Matos, cuando en la tarde del 28 de octubre de 1959 se le vio abordar en el aeropuerto Ignacio Agramonte el Cesna 310 que lo conduciría a Camilo Cienfuegos hasta La Habana, para continuar su quehacer como Jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde.
No llegó a su destino.
Durante días de angustia fueron buscados infructuosamente la avioneta y sus tripulantes por tierra y mar. No se podía perder al reconocido como el Señor de la Vanguardia por la valentía y el arrojo demostrado durante los combates en la oriental Sierra Maestra, bastión del Ejército Rebelde, y luego cuando condujo a una columna invasora hacia la entrada triunfante en la Habana el primer día de enero de 1959, para poner fin a la tiranía de Fulgencio Batista.
Aun cuando ha transcurrido más de medio siglo, los cubanos no se resignan a su ausencia y lo recuerdan perenemente con una flor.
Esta mañana, cubanos de todas las edades lanzaron flores a los arroyos, ríos y el mar en una tradición patriótica que recuerda la última de las mil hazañas del Comandante Camilo Cienfuegos, quien desapareció hace cincuenta y cinco años.
El legendario guerrillero había concluido una de sus reiteradas visitas a Camagüey, luego de abortar la asonada traidora y contrarrevolucionaria de Hubert Matos, cuando en la tarde del 28 de octubre de 1959 se le vio abordar en el aeropuerto Ignacio Agramonte el Cesna 310 que lo conduciría a Camilo Cienfuegos hasta La Habana, para continuar su quehacer como Jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde.
No llegó a su destino.
Durante días de angustia fueron buscados infructuosamente la avioneta y sus tripulantes por tierra y mar. No se podía perder al reconocido como el Señor de la Vanguardia por la valentía y el arrojo demostrado durante los combates en la oriental Sierra Maestra, bastión del Ejército Rebelde, y luego cuando condujo a una columna invasora hacia la entrada triunfante en la Habana el primer día de enero de 1959, para poner fin a la tiranía de Fulgencio Batista.
Aun cuando ha transcurrido más de medio siglo, los cubanos no se resignan a su ausencia y lo recuerdan perenemente con una flor.
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