(Foto tomada de CONTRAINJERENCIA) |
Las fuerzas de Tel Aviv atacaron más de 6 mil objetivos, unos 5 mil de ellos con la fuerza aérea y alrededor de 900 desde tierra o mar, según indicó el ministro de Defensa israelí Moshe Yaalon.
Y también dedicó incontables líneas y tiempo a los niños, de quienes dijo: ¨…son la esperanza del mundo¨.
Un informe de Naciones Unidas señala que desde que comenzó la agresión israelí sobre la franja de Gaza, al menos 400 niños han muerto por la metralla y las explosiones.
Entonces ¿cómo se califica la mal llamada guerra, que no es otra cosa que GENOCIDIO, pues en el enfrentamiento, desigual por demás, pierden las vidas más civiles, mujeres, ancianos, infantes y jóvenes, que combatientes de la resistencia palestina?
¿Tiene justificación desde algún punto de vista el bombardeo a escuelas, hospitales y otros objetivos que nada tienen que ver con los ciudadanos que, mal armados intentan detener a uno de los ejércitos más poderosos y modernos del mundo?
Sin apenas agua, alimentos o medicinas, los cercados en la estrecha franja de terreno solo aspiran a un pedazo de suelo bajo sus pies, que no tiemble con el fragor de los tanques o el estruendo de la artillería, y un mínimo espacio del cielo que no nublen los proyectiles de gran calibre o los misiles, que no enturbie el humo de las explosiones o el polvo que se levanta de los edificios demolidos.
Quieren esas víctimas de la guerra más cruenta respirar aire puro, no el olor de la sangre que envenena la atmósfera desde que la bota sionista inició su andar exterminador.
Recientemente, una funcionaria de la cancillería del Reino Unido, renunció a su cargo por desacuerdo con la línea política que sigue su gobierno, que mira si no con buenos ojos, al menos con el prisma de la tolerancia el asesinato de miles de ciudadanos inocentes, en un holocausto que el aliado numero uno de Inglaterra, los Estados Unidos, considera ¨legítima defensa¨.
Decía José Martí: ¨ Ver con calma un crimen, es cometerlo¨, y también apuntó con verbo certero: ¨Las cualidades de los padres quedan en el espíritu de los hijos¨.
¿Qué legarán los israelíes a las futuras generaciones, como no sea un odio visceral y desmedido hacia otros seres humanos? ¿Serán los niños que hoy pasean por los parques de Tel Aviv hombres y mujeres de bien mañana? ¿Pensarán acaso los soldados que hoy asesinan impunemente a lo más hermoso y puro, la ¨esperanza¨, que obran amparados por la razón? ¿Podrán volver a besar la frente de un pequeñuelo, y mirar recto a sus ojitos inocentes sin sentir la más terrible culpa?
Eso lo dirá la historia, que nunca se equivoca.
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