Por José Gilberto Valdés
En el ingenio El Oriente
todavía existen estructuras de viviendas, cercas de piedras, barracones y la
fábrica de azúcar que han retado el paso de los años. A una veintena kilómetros
del poblado de Sibanicú, en reiterado paisaje de llanura del centro de la Isla,
bordeada arboledas y pastizales para la ganadería, el lugar custodia una
trascendental página de las luchas independentistas: el once de noviembre de
1868 Ignacio Agramonte Loynaz se suma al pequeño contingente de insurrectos
camagüeyanos.
Al lugar perteneciente a la
familia Luaces llega con una camisa roja rayada negro, junto a su hermano
Enrique y un criado de la familia, según refiere Mary Cruz en su libro "El
Mayor". Allí se encuentra con Eduardo Agramonte, al frente de uno de los
pelotones que había organizado en Las Clavellinas, y a los bisoños soldados
Ángel Castillo y Enrique José Varona.
Todos habían respondido al
llamado de Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua, el 10 de octubre.
Antes de la fecha, el abogado
de fuertes ideales revolucionarios había cumplido clandestinamente otras
misiones organizativas de la Junta Revolucionaria y en la recolección
de armas.
El bautismo de fuego de
Agramonte fue el 28 de noviembre de 1968 cuando forma parte del contingente de
jóvenes patriotas que protagonizaron la emboscada a un tren que se dirigía a
Nuevitas con ochocientos soldados españoles con artillería comandados por el
Conde de Valmaseda, en Ceja de Bonilla, en Minas. La táctica de guerrillas
empleada en la primera acción armada tuvo su éxito a pesar de la falta de
municiones, pues el enemigo dejó el tren abandonado y se retiró por el camino
de San Miguel.
Salvador Cisneros Betancourt
aclara «se portó Ignacio muy valiente y bien; en un principio rechazó a más de
media docena de soldados que intentaron llegar hasta él, más habiendo sido
herido levemente, su primo y concuño Eduardo (Agramonte Piña), muy al principio
de la acción, dejó el campo para acompañarle y llevarle.»
En aquel día Ignacio vestía
una camisa roja listada de negro «la que hubo de desechar por la insistencia
del enemigo en el envío de sus balas al jefe que la llevaba y que por fortuna
en aquella ocasión no lo alcanzaron»
¿Estaba preparado para la
lucha? Cualquier afirmación sería especular en temas históricos, pero hay que
tener en cuenta que durante sus estudios en Barcelona -apunta Mary Cruz una de
sus biógrafas- el adolescente había presenciado realidades en una de las
ciudades más progresistas de España, y por tal razón, ya en Cuba, sus puntos de
vistas coincidían más con aquella mayoría de residentes en la Isla que se
consideraba diferente al “español”.
En este patriota camagüeyano
no puede apreciarse solo por sus acciones militares y organizativas, como la
caballería temida por las tropas ibéricas, pues también sobresalió por sus
dotes políticas en el enfrentamiento a Napoleón
Arango y la propuesta de la metrópoli
basado en reformas políticas; y la decisiva participación en la Primera
Constitución de la República en Armas (Guáimaro, 10 de abril de 1869)
A partir del combate de
Bonilla, a la edad de 27 años, Agramonte inició su ascenso militar que lo llevó
a ostentar el grado de Mayor General del Ejército Libertador y ser uno de los
principales líderes de la “Guerra de los Diez Años”.
“El Mayor, como lo conocía su
tropa cayó en combate el quinto año de la guerra independentista, víctima de su
patriótica osadía, cuando el 11 de mayo de 1873, organizaba el combate a una
columna de soldados españoles en los potreros de Jimaguayú, al sur de la ciudad
de Camagüey.
Fuentes:
“Combate de Bonilla”. Ecured
“El Mayor”. Libro de Mary
Cruz. Edición Contemporáneos UNEAC. 1972
Blog El Lugareño.
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