Por José Gilberto Valdés
El domingo 6 de octubre amaneció con el cielo nublado, predominó el color gris. Era como si la Naturaleza deseaba acompañar a los cubanos y cubanas que rememoraron el Día de las Víctimas del Terrorismo de Estado.
Desde entonces, Cuba ha denunciado los vínculos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) con los organizadores del sabotaje: Orlando Bosch, fallecido en medio de la impunidad, y Luis Posada Carriles, quien circula libremente por calles de Miami y recibe homenajes de la mafia cubanoamericana y apologistas disidentes.
El Gobierno de Estados Unidos impidió que el infame crimen fuera examinado en el Consejo de Seguridad de la ONU el 21 de mayo de 1992. Documentos oficiales del FBI y de la CIA, desclasificados en mayo y junio de 2005, reconocen a Posada Carriles como el responsable de ese infame crimen.
El sabotaje al vapor La Coubre, bombardeos a pueblos y centrales, ataques piratas y las bandas contrarrevolucionarias son, entre otros, los actos genocidas causantes del luctuoso saldo de dolor para las familias cubanas, compatriotas y amigos de todo el mundo.
El pasado viernes, el diario norteamericano The Washington Post publicó un artículo de Stephen Kimber, titulado “Los Cinco Cubanos estaban combatiendo el terrorismo. ¿Por qué los encarcelamos?”.
Al reflexionar en torno a la contradicción de la guerra norteamericana contra el terrorismo, el autor señala:
“Lo más cerca que el gobierno de EE.UU ha estado de procesar a Posada fue en 2009, cuando la administración de Obama lo acusó – no por su papel en las bombas puestas en La Habana sino por mentir en un formulario de inmigración. Fue absuelto.
(…) ¿Cómo ajustar su libertad con la declaración del presidente George W. Bush tras el 11 de Septiembre de que “cualquier nación que continúe albergando o apoyando el terrorismo será considerada como un gobierno hostil por los EE.UU?” ¿Cómo ajustar la libertad de Posada con el sostenido encarcelamiento de los Cinco Cubanos, cuyo principal objetivo era prevenir ataques terroristas?
Es una contradicción que los norteamericanos deberían considerar.
Esos argumentos también forman parte del enérgico reclamo de los cubanos y venezolanos para el enjuiciamiento o extradición del criminal confeso de las explosiones en pleno vuelo del avión civil de Cubana de Aviación.
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