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martes, 25 de diciembre de 2012

NOCHEBUENAS, NAVIDADES Y AÑOS NUEVOS CUBANOS


Por José Gilberto Valdés

Los  festejos  en la última semana de diciembre es una tradición arraigada en Cuba que comenzó con la cuestionable evangelización -látigo y sangre- de los españoles, a partir de 1511, primero de los nativos de la Isla y luego con la millonaria remesa de esclavos traídos de tierras africanas.
Entre creyentes  de distintas denominaciones religiosas  y oportunistas gustosos de la parranda, se forjó esta parte de la cultura y tuvo influencia en la nacionalidad cubana, pues no deja de citarse a la mesa criolla que prepara  la familia en la Noche Buena, donde es protagonista principal la carne de cerdo asado o en otras versiones culinarias, congrí, plátano verde frito (tostones) o yuca hervida adobada con mojo especial y una amplia variedad de dulces. Esa es la receta básica, acompañada de vinos y ron para enfrentar las bajas temperaturas invernales.
Las celebraciones estuvieron presentes en la manigua redentora, pesar de las penurias de la lucha contra el colonialismo española, más recordada en esas condiciones por feligreses que por las autoridades de la iglesia, por obvias razones.
En la primera mitad del siglo veinte, la festividad navideña  se convirtió en un objetivo publicitario y comercial, en tanto en la cotidianidad cubana fue penetrada por extrañas rutinas como la de Santa Claus, con su trineo, los renos y la bolsa de juguetes.
Posteriormente, en la década del cincuenta  estas festividades  religiosas se conmemoraron en condiciones de campaña por los rebeldes barbudos y con cuello rodeados de collares, rosarios y escapularios en la lucha revolucionaria contra la dictadura de Fulgencio Batista.
En esa etapa de nuestra historia hay una horrenda página conocida como “Las Pascuas Sangrientas”, del 24 al 26 de diciembre de 1956 en que esbirros torturaron y asesinaron a 23 campesinos, estudiantes y dirigentes sindicales opositores al régimen en la región oriental de la Isla.
 Tras el triunfo de la Revolución, en Cuba se ha mantenido el respeto a las prácticas religiosas, aun cuando  han sido manipuladas las relaciones entre esas instituciones y el Gobierno.
 En la década del setenta sopesó  más el interés de la dedicación masiva a la economía nacional en los meses de diciembre, básicamente azucarera, que la celebración del acontecimiento navideño.  Cuestión que, sin dudas, exacerbó   el clima de incomprensiones entre objetivos y concepciones filosóficas.
La problemática ha comenzado a despejarse en los últimos años, en la que se ha puesto en marcha una nueva etapa de solución a las relaciones con la iglesia católica, y tras la visita del Papa Juan Pablo II, desde el año 1997 se celebra el 25 de diciembre como feriado no laborable.
 La visita en el presente año de Benedicto XVI consolidó el camino de las comprensiones entre marxistas y cristianos -como escribiera Fidel en esos días – “en la lucha por la justicia y la paz entre los seres humanos”.
En modo alguno, podemos mantenernos aislados de las posturas de fe y esperanzas que asumen los pueblos latinoamericanos, cuando quieren hacer realidad los sueños bolivarianos.
Hace pocas horas mis hijos y nietos regresaron a sus hogares luego de una comida especial en el receso laboral por la Navidad. Durante la mañana no me despegué de INTERNET para enviar y contestar saludos a familiares, especialmente a mi hijo que cumple misión de salud en Venezuela, y amigos residentes en Norte, Centro y Sur de América.
No cabe dudas, el 31 también celebraremos en familia el Año Nuevo, que coincide para orgullo de los cubanos con el aniversario 54 del triunfo la Revolución Cubana.
(Fuentes consultadas blog Joven Cuba, Cubadebate y La Jiribilla)

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