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jueves, 6 de diciembre de 2012

CUBANOS TEMERARIOS Y LEALES



Por José Gilberto Valdés
Bien temprano en la mañana de este 7 de diciembre, millones de cubanos de todas las edades evocarán  la bravura de Antonio Maceo, el general independentista de los 600 combates contra el colonialismo español, a quien valoraba José Martí  con la frase “… tanta fuerza en la mente como en el brazo”.
En la remembranza de aquel día aciago de 1896 en el occidente de la Isla, también está presente la lealtad de aquel joven capitán Panchito Gómez Toro, quien se reponía de heridas y sale del campamento en busca del cadáver de su jefe. En el gesto de devoción pierde la vida en el campo de batalla.
Ellos representan a muchos cubanos temerarios y leales en la historia patria.
Nuestro pueblo ha agregado a la conmemoración luctuosa de quienes perdieron la vida en las Guerras de Independencia, el homenaje a los 2085 combatientes caídos en misiones internacionalistas en Angola, Etiopía y en otras países hermanos, cuyos cuerpos regresaron a la Patria, tras la llamada Operación Tributo en el año 1989.
En esa oportunidad, Fidel sentenció que dos de los más grandes valores creados por el hombre, el patriotismo y el internacionalismo, se unían para siempre en la historia de Cuba.
Un día como hoy, los muertos de la epopeya internacionalista levitan en las mentes de quienes recuerdan a un familiar o a un compañero. Bravura y lealtad son palabras recurrentes en la evaluación de nuestros compatriotas.
En nada se diferencian ellos de mi hermano de armas. Aquel joven campechano que una tarde de enero de 1976 me recibió en la “residencia” de lona verde, en terreno pedregoso y polvoriento, rodeada de malezas, que albergada a los exploradores del contingente militar que partiría en las próximas horas hacia la guerra en Angola. 
En la tensión del momento, mientras preparábamos la mochila de campaña conocí más a este indudable hijo de la región oriental de la Isla, definido por su armónico hablar y comportamiento informal. Viajamos en barcos diferentes, pero el rencuentro con el sargento en tierras africanas, fue como de viejos amigos, de esos de sonados manotazos en la espalda, acompañadas de palabrotas.
 Pronto me percaté que la relación amistosa con Julio Figueredo Aguilar no era una singularidad, pues  era muy querido por todo el grupo de combatientes.
La compañía distribuyó sus fuerzas en diferentes columnas de infantería motorizada y tanques que marchaban al sur. Siempre buscamos la manera de saber afectuosamente uno del otro, hasta el día en que un explorador viene a mi encuentro con la cara desencajada y ojos rojizos: ¡Nos mataron a Figueredo!
Reconstruyo los hechos: Un tanque que marcha a la vanguardia es incendiado por un cohete del enemigo emboscado. La tripulación está en peligro de sufrir quemaduras. Figueredo, que viaja detrás en un vehículo ligero, se lanza temerariamente a la carrera para abrir la escotilla y sacar a los tanquistas. Desde dentro le dicen que se retire de lugar, pues están tirando con una ametralladora pesada. Al bajar del blindado, una bala calibre 50 le penetra por la espalda y le saca el corazón.
Fue difícil aceptar la muerte del compañero en aquellos tristes momentos, difícil es olvidar su heroísmo y lealtad, sobre todo cuando cada 7 de diciembre se recuerdan a los caídos por la defensa de la Patria y en el cumplimiento de misiones internacionalistas.

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