HACE DOS SIGLOS. Varios jinetes recorren a
todo galope una de las principales calles polvorientas de Santa María del Puerto del Príncipe. Una
multitud de lugareños y visitantes animan a los competidores. Se trata de una
de las singulares competencias de habilidades que solo se originan en el mes de
junio, con la llegada de la primavera.
Transcurren los días de San Juan Bautista y
de San Pedro, pero no se trata de festejos religiosos, más bien profanos, pues son los
hacendados, encomenderos y peones que recién han vendido los rebaños de
ganado vacuno que cada año traen a los alrededores de la villa.
Con el pasar del tiempo, a la fiesta se suman
los paseos vespertinos de volantas con refinados pasajeros, junto carretas engalanadas
y personas cubiertas de cabeza a los
pies con sábanas (ensabanados) y otros
rústicos disfraces, conocidos como “mamarrachos”.
Cronistas de las fiestas “sanjuaneras” como Gaspar
Betancourt Cisneros, El Lugareño, escribió: “Era todo un saltar en la cama, almorzar o no, ir al pesebre o patio,
ensillar el caballo, salir a la calle a dar carreras, gritos desaforados,
provocar a los mirones, invitarlos, llevárselos, burlarse de las viejas,
decirse sendas claridades, al feo, feísimo, al tonto tantísimo, al plebeyo,
plebeyísimo (…)”
En los barrios, los vecinos elaboran en una
gran olla el tradicional ajiaco, un plato que distingue a la cocina camagüeyana.
En medio centenar de lugares de la capital provincial se han creado áreas para bailes
populares y ofertas gastronómicas. Por las principales calles se realizarán
desfiles de personas disfrazadas, congas, comparsas y carrozas.
En la tarde del 29 culminará la fiesta con el
simbólico entierro de San Pedro que recorre las principales vías de la otrora
villa principeña, acompañado de la música de orquestas de charangas y el retumbar
de tambores, sumando a centenares de personas orgullosos de la tradición del
San Juan a la camagüeyana.
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