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miércoles, 8 de noviembre de 2017

¿Mentiritas conmigo?



Por Ernesto Pantaleón Medina

Recientemente, en una ronda (perdón, quise decir un encuentro) entre colegas muy dados a contar historias, algunas muy ciertas, y otras… bueno ya se sabe como suelen ser los pescadores, cazadores, carpinteros, y algunos periodistas cuando se reúnen a tomar un cafecito en la tarde-noche…
 Y surgió el tema de un músico ya muy entrado en años, adorado por sus alumnos y discípulos, con una enorme estela de seguidores en el mundo entero y también, bueno es decirlo, con un genio de mil demonios cuando alguien dudaba de la autenticidad de las historias que gustaba contar en ciertas ocasiones.
Y como suele suceder con esos narradores de tertulias, nuestro personaje aderezaba cada situación con múltiples detalles, la mayoría de ellos de su propia cosecha e incorporados en la medida en que evaluaba (que para eso era un eminente profesor de música) su impacto en los oyentes.
Así, contaba un colega que le escuchó  mientras narraba una de sus interesantes giras por el exterior, y quedó impactado con algunos pormenores que paso a contar de inmediato, que para eso es que se ha hecho la síntesis y no para dilatar los textos.
Resulta que por esos azares de la vida, nuestro protagonista coincidió en uno de los  aeropuertos de una importante ciudad nada menos que con el por entonces presidente de aquel país, quien llegó como es natural, acompañado del despliegue de funcionarios, ayudantes y personal de seguridad usual en esos casos.
Y para terrible contratiempo –contaba el profe—no había pasaje disponible para el mandatario, quien luego de protestar airado, quedó como niño a quien arrebatan un caramelo, ante la imposibilidad de viajar para sus múltiples y más que importantes asuntos.
Entonces –bueno es repetir que solo transcribo lo que me contaron,  que a su vez no fueron hechos presenciados por el narrador—ni corto ni perezoso, nuestro amigo se adelantó hacia el grupo y con suprema modestia y sencillez, pero muy decididamente, propuso al presidente ocupara el puesto que había reservado para sí desde semanas antes la firma que había coordinado y patrocinado su gira artística y docente.
 
Luego de la natural sorpresa y de muchas miradas suspicaces o no (que todas resbalaron sobre la inconmovible bondad y firmeza de nuestro héroe) el mandatario y sus acompañantes  aceptaron la oferta, con el lógico pesar de haber privado a un viajero tan  servicial y altruista de su asiento en el avión.
Marchó el músico, lleno de la satisfacción que otorga realizar una buena acción, y un par de horas más tarde, cuando intentaba conciliar el sueño tras algunos sorbos de una infusión muy relajante, sintió unos discretos golpes a la puerta.
Abrió y cual no sería su sorpresa cuando ante sí tenía al principal ayudante del beneficiado con el pasaje cedido, quien  le expresaba junto con la reiteración del agradecimiento más cálido, la invitación a que lo acompañara de nuevo al aeropuerto, donde ya estaba dispuesto el yet presidencial para trasladarlo hacia su destino.
Dicho y hecho retornó a la patria nuestro músico, quien (nos contó el amigo común) concluyó la historia con un carraspeo altisonante y una mirada circular y retadora, como para sorprender alguna sonrisita velada, un casi oculto guiño de ojos o un discreto ademán  de la mano.
--¨ ¿Qué les parece…? Como una historia de película ¿verdad? – dicen que concluyó el eminente profesor con su potente voz de barítono…
Lo demás, lo dejo a su buen criterio, estimado lector, y quede claro que si por casualidad o no  se pronuncia ahora la palabra ¨mentirijillas¨ será usted quien la diga, no quien esto le ha contado.

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