Según documentos desclasificados del Gobierno de los Estados Unidos, el 6 de abril de 1960, Lester D. Mallory, subsecretario adjunto de Estado para los Asuntos Interamericanos, puntualizaba en un memorándum a Roy R. Rubottom Jr., entonces subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos, el objetivo de las sanciones económicas a aplicar contra la Revolución cubana:
" La mayoría de los cubanos apoya a Castro. No hay oposición política eficaz [... ]. El único medio posible para aniquilar el apoyo interno [al régimen] es provocar el desencanto y el desaliento por la insatisfacción económica y la penuria [... ]. Se deben emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba [... ]. Una medida que podría tener un fuerte impacto sería negar todo financiamiento o envío a Cuba, lo que reduciría los ingresos monetarios y los salarios reales y provocaría el hambre, la desesperación y el derrocamiento del gobierno".
Esa intención claramente genocida, expuesta del modo más impúdico, es la que aún se mantiene vigente. Casi nada ha cambiado durante más de 50 años. Mucho menos el cinismo con que las administraciones han otorgado vía libre para llevar adelante la guerra económica contra el pueblo cubano, como hizo entonces Roy R. Rubottom Jr., subsecretario de Estado para Asuntos Interamericanos, cuando al margen del memorándum estampó esta lacónica respuesta: "Yes."
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