Por José Gilberto Valdés
Me gustaría “coger botella” en la máquina del tiempo del
escritor británico Hebert George Wells (The Time Machine) y decirle que me deje
en uno de los zaguanes de cualquiera de las viviendas de familia distinguida en
la calle de San Juan o de las Carreras, hoy Avellaneda, en la fecha del 24 de
junio de 1730, en plena región centro oriental de la Isla de Cuba.
FLASHBACK
Desde hace un par años echa raíces una tradicional fiesta mundana en esta
arteria principal y en otras estrechas calles de la Villa de Santa María del
Puerto de Príncipe cambia su imagen de esplendor bonanza por la algarabía de la
gente de campo. Así tendría la posibilidad de ver el ir y venir de jinetes en
briosas cabalgaduras, entre voces y cantos. Quizás hasta encuentre un
“tatarapariente” entre hacendados, montunos y criadores de ganado.
Pero es que
también observo como los lugareños se contagian y abren sus puertas a la
alegría de la primavera y brindan bebidas y ricos manjares. Los visitantes
traen en alforjas carnes saladas y viandas con la que preparan un habitual y
criollísimo caldo al que llaman ajiaco. Esta es una época para la venta anual
de las vacas engordadas en los potreros y, por tanto, había un pretexto para la
fiesta mundana más que la celebración católica del Día del San Juan Bautista.
Recuerdo que en las Escenas Cotidianas Gaspar Betancourt describe en 1853 estos festejos: “Era
todo un saltar de la cama, almorzar o no, ir al pesebre o patio, ensillar el
caballo, salir a la calle a dar carreras, gritos desaforados, provocar a los
mirones, invitarlos, llevárselos, burlarse de las viejas, decirse sendas
claridades, al feo, feísimo, al tonto, tontísimo, al plebeyo,
plebeyísimo.[...]Lo cierto es que las frases usuales y de estilo eran las más
groseras, y a veces obscenas, y que nuestros buenos abuelos y abuelitas las
pronunciaban, oían y celebraban como un chiste del escudero de Don Quijote.”
Con el pasar de los años,
esa fiesta popular fue sumando otras atracciones producto de la quimera de
comerciantes como los Paseos de carrozas y comparsas, áreas de bailables,
engalanamiento de calles y, finalmente, el toque distintivo en el país del
tambor africano en las congas. De esta forma, los pobladores de la Villa
Principeña ponían una marca distintiva y a la vez sui generis en el esplendor
de la cultura camagüeyana
FORWARD En
los primeros minutos del 24 de junio de 2016, inicia el “San Juan
Camagüeyano. Según valoraciones de
historiadores junto a Las Charangas de Bejucal (La Habana); las Parrandas de
Remedios, (Villa Clara), y los carnavales de Santiago de Cuba, son las fiestas
con más arraigo en la isla antillana.
Un cúmulo de propuestas culturales y recreativas han sido
diseñadas para satisfacer los gustos de la población y como reflejo de las
tradiciones de la ciudad de Camagüey.
El 24, en algunos barrios se cocinará el tradicional
ajiaco, aunque en realidad es una acción de los vecinos que ha menguado
considerablemente, al igual que engalanamiento de las calles, por falta de
iniciativa y promoción en la comunidad.
Medios de prensa han divulgado la preparación en la
capital provincial de una veintena áreas de fiesta con talento artístico del
patio e invitados, además el Teatro del Pueblo, que estará en la Plaza del
Gallo, la Casa de la Trova “Patricio Ballagas”, el Rincón del Humor y la Feria
Agropecuaria, entre otros.
Serán cinco días de fiesta en toda la ciudad, hasta que en la tarde del 29, culmine con el simbólico entierro de San Pedro. Quizás invite a una refrescante cerveza camagüeyana –Tínima- al amigo Hebert en gratitud por el viaje hasta el año 1730.
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