Por José Gilberto Valdés
@josegvaldes
El 8 de junio es el Día del Trabajador Jurídico en Cuba.
La fecha rememora un trascendental ejercicio académico realizado por Ignacio Agramonte en el año MIL OCHOCIENTOS SESENTA Y CINCO, cuando estudiaba licenciatura en Derecho Civil y Canónigo, en la Universidad de La Habana.
Hay que imaginarse a este joven, a quien describen alto, esbelto, de cabello negro y frente blanca y tersa, nacido en la Villa de Santa María del Puerto Príncipe (Hoy Camagüey), en la región centroriental de la Isla y una de las primeras localidades fundadas por los españoles en el Nuevo Mundo, hace 500 años.
En su histórica disertación Ignacio aludió, con voz clara y firme, al régimen español y la falta de libertades. Un testigo recordaba, poco tiempo después, que “aquello fue un toque al clarín”. Obtuvo la calificación de EXCELENTE, pero un catedrático que estaba en el jurado docente dijo que si hubiera conocido previamente aquel discurso no hubiera autorizado su lectura.
De aquella disertación son estas palabras “La justicia, la verdad, la razón, sólo pueden ser la suprema ley de la sociedad (…)”
¿Estaba preparado para la lucha? Cualquier afirmación sería especular en temas históricos, pero hay que tener en cuenta que durante sus estudios en Barcelona -apunta Mary Cruz una de sus biógrafas- el adolescente había presenciado realidades en una de las ciudades más progresistas de España, y por tal razón, ya en Cuba, sus puntos de vistas coincidían más con aquella mayoría de residentes en la Isla que se consideraba diferente al “español”.
Tres años después del discurso, integra las filas de los insurrectos en la que demostró dotes como jefe militar y difundía el pensamiento: “Cuba no tiene más camino que conquistar su redención, arrancándosela a España por la fuerza de las armas”.
Sin embargo, por sus conocimientos en temas jurídicos participa en la redacción de la primera Ley de leyes de la República en Armas, la Constitución de Guáimaro, que en una de sus partes más fundamentales el artículo 24 establecía “… la igualdad de todos los cubanos ante la Ley, (…)” y se declaraba abiertamente por la total abolición de la esclavitud.
El mayor general Ignacio Agramonte cayó el quinto año de la guerra independentista, víctima de su patriótica osadía, cuando el 11 de mayo de 1873, organizaba el combate a una columna de soldados españoles en la zona de Jimaguayú, al sur de la ciudad de Camagüey.
No hay comentarios:
Publicar un comentario