Si bien es cierto que el alzamiento de Carlos Manuel de
Céspedes el 10 de octubre de 1868 culminó con el degradante Pacto de Zanjón, no
cabe duda que continúo prendida la llama
por una Cuba libre del yugo español, con la protesta de Baraguá protagonizada
por Antonio Maceo y otros patriotas. La Guerra de los Diez Años no tuvo un
final feliz, por el incontrolable caudillismo, indisciplinas, ausencia de un
mando único y, sobre todo, la falta de unidad.
José Martí recogió las banderas independentistas enarboladas
por Céspedes y emprendió la ardua tarea de reunir el contingente de viejos
mambises con los nuevos combatientes por la libertad.
Recuerdo que hace unos años escribí que a pesar del lastre
que significaba en el ámbito nacional el Partido Autonomista y su avenencia con
la colonia, los cubanos se lanzan de nuevo a la manigua redentora el 24 de
febrero de1895. En meses posteriores, en la mayor parte de la Isla existían
focos de insurrectos. Los pinos nuevos se unen a Máximo Gómez, uno de los
dirigentes supremos de la revolución de 1895, y a la verticalidad patriótica de
Antonio Maceo para extender la guerra a toda Cuba, con la invasión desde
oriente a occidente
Por otra lado, el poder de España se debilitaba rápidamente con su política de "Hasta el último hombre y hasta la última peseta". En esa situación se produjo, en 1898, la intervención de los Estados Unidos en la guerra tomando como pretexto el estallido del buque “Maine”, en el puerto de La Habana. La patriotería yanqui secuestra los esfuerzos de los criollos por emanciparse de la dominación colonialista.
Tras la derrota del ejército español, en la primera guerra imperialista, Washington no reconoció al gobierno de la República de Cuba en Armas, impidiendo incluso la entrada de las tropas cubanas a la ciudad de Santiago de Cuba.
La “guerra necesaria y justa” que predicaba Martí para fundar una república “con todos y para el bien de todos” concluía de una manera abrupta, sin embargo el fin de la doctrina martiana, forjada en los valores épicos, morales y éticos que habían forjado a la nacionalidad cubana, fue inspiración en la continuidad de la lucha.
Por otra lado, el poder de España se debilitaba rápidamente con su política de "Hasta el último hombre y hasta la última peseta". En esa situación se produjo, en 1898, la intervención de los Estados Unidos en la guerra tomando como pretexto el estallido del buque “Maine”, en el puerto de La Habana. La patriotería yanqui secuestra los esfuerzos de los criollos por emanciparse de la dominación colonialista.
Tras la derrota del ejército español, en la primera guerra imperialista, Washington no reconoció al gobierno de la República de Cuba en Armas, impidiendo incluso la entrada de las tropas cubanas a la ciudad de Santiago de Cuba.
La “guerra necesaria y justa” que predicaba Martí para fundar una república “con todos y para el bien de todos” concluía de una manera abrupta, sin embargo el fin de la doctrina martiana, forjada en los valores épicos, morales y éticos que habían forjado a la nacionalidad cubana, fue inspiración en la continuidad de la lucha.
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