El Benny no solo le cantó al amor,
sino
también les dedicó canciones
a localidades cubanas...
José Gilberto Valdés Aguilar (Publicado en Cubahora)
Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez cumpliría
97 años el próximo 24 agosto, pero apenas vivió intensamente cuarenta y tres de
ellos, entre boleros, sones, mambos, guarachas…Para el Poeta Nacional Nicolás
Guillén: "El Benny extrajo de la vida su más rico jugo y lo devolvió en
ritmo y armonía”
En el amplio repertorio musical, sobresalen
varias obras de su autoría dedicadas a parajes geográficos cubanos, como Santa
Isabel de las Lajas --pueblo natal--, Cienfuegos, El brujo de Trinidad,
Vertientes Camagüey y Conocí la paz (Varadero). El Bárbaro del Ritmo, como se
le conocía popularmente, además interpretó números con esos temas compuestos
por otros autores: Adiós Palma Soriano, Guantánamo y Bahía de Manzanillo.
Vertientes, Camagüey, Florida y Morón…
En textos y audiovisuales periodistas e
historiadores de Vertientes, consignan que también fue un rincón querido el poblado
que rodea al central Panamá, coloso azucarero sumido en un letargo productivo,
al sur de la provincia de Camagüey.
Aquel mulato espigado, descendiente de
esclavos congos, era conocido en esos parajes como “Bartolo”. Los vertientinos
de generaciones adultas aún aprecian el carácter sencillo, aglutinador,
mujeriego, popular, que literalmente se
metía en el bolsillo a todo el mundo.
Hace un par de años, el nonagenario Benítez
Mora ofreció un testimonio a Radio Cadena Habana en el que reveló que el Benny
le confirió el apodo de “Conde Negro”, por su estilo elegante, buena educación
y color de la piel. Era común este tipo de tratamiento filial a los músicos de
“la tribu” como llamaba a la orquesta, a la Banda Gigante.
“Virginia, su madre, era mi prima. Yo fui
quien le enseñó a Benny a tocar guitarra…--apuntó Benítez-- Fui su amigo, y uno
de sus hombres de confianza, dentro y fuera de la orquesta que creó años
después”
Vertientes no fue solo música. Al segundo
municipio de mayor extensión, como muchas personas de todo el país, vinieron
los muchachos Bartolo y Teodoro en el año 1930 para sudar la camisa y ayudar a
la madre, lavandera, en la precaria situación económica de la amplia familia.
Ejerció múltiples oficios, entre ellos:
limpiabotas, obrero agrícola, cortador de caña en las colonias, y carretillero
de sacos de azúcar en el entonces central Vertientes. A pesar del duro bregar,
no podía desprenderse del embrujo de la música popular y con su guitarra en
mano se buscaba unos pesos cuando pasaba el “cepillo” en bares, fiestas y
serenatas.
En esos avatares de la vida bohemia
integraba junto a “Cheo” Casanova y
Enrique Benítez Mora un trío, que fue el primero de los peldaños en su leyenda
musical. Igualmente, en esa etapa formó parte del conjunto Avance.
El Benny en la memoria de Vertientes
Los vertientinos son muy celosos cuando hablan
del Benny, a tal punto que consideran que en la película del mismo nombre,
dirigida por Jorge Luis Sánchez en 2006, minimizó la larga estancia en este
poblado, si bien existe en el largometraje la convicción de que pertenece a
todos.
Por otra parte, el periodista Fernando Capote
Taño, de CMHV Radio Vertientes, resume las consideraciones de que no existe un lugar apropiado a la
memoria del irrepetible cantante. Tan solo un local gastronómico, en
cuestionables condiciones, nombrado “La esquinita del Benny”, en cuyo portal supuestamente limpiabas zapatos. Adelanta,
optimista, la existencia de un novedoso proyecto dedicado a este prodigio de la
música popular.
De Vertientes, el otro rincón querido, partió
definitivamente el Benny en la década del 40
hacia La Habana para buscar nuevas oportunidades en su carrera artística
y consiguió convertirse en el Bárbaro del Ritmo.
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