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miércoles, 24 de agosto de 2016

Vertientes, el otro rincón querido del Benny



El Benny no solo le cantó al amor,
 sino también les dedicó canciones 
a localidades cubanas...

José Gilberto Valdés Aguilar (Publicado en Cubahora)

Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez cumpliría 97 años el próximo 24 agosto, pero apenas vivió intensamente cuarenta y tres de ellos, entre boleros, sones, mambos, guarachas…Para el Poeta Nacional Nicolás Guillén: "El Benny extrajo de la vida su más rico jugo y lo devolvió en ritmo y armonía”

En el amplio repertorio musical, sobresalen varias obras de su autoría dedicadas a parajes geográficos cubanos, como Santa Isabel de las Lajas --pueblo natal--, Cienfuegos, El brujo de Trinidad, Vertientes Camagüey y Conocí la paz (Varadero). El Bárbaro del Ritmo, como se le conocía popularmente, además interpretó números con esos temas compuestos por otros autores: Adiós Palma Soriano, Guantánamo y Bahía de Manzanillo.
Vertientes, Camagüey, Florida y Morón…


En textos y audiovisuales periodistas e historiadores de Vertientes, consignan que también fue un rincón querido el poblado que rodea al central Panamá, coloso azucarero sumido en un letargo productivo, al sur de la provincia de Camagüey.

Aquel mulato espigado, descendiente de esclavos congos, era conocido en esos parajes como “Bartolo”. Los vertientinos de generaciones adultas aún aprecian el carácter sencillo, aglutinador, mujeriego,  popular, que literalmente se metía en el bolsillo a todo el mundo.

Hace un par de años, el nonagenario Benítez Mora ofreció un testimonio a Radio Cadena Habana en el que reveló que el Benny le confirió el apodo de “Conde Negro”, por su estilo elegante, buena educación y color de la piel. Era común este tipo de tratamiento filial a los músicos de “la tribu” como llamaba a la orquesta, a la Banda Gigante.

“Virginia, su madre, era mi prima. Yo fui quien le enseñó a Benny a tocar guitarra…--apuntó Benítez-- Fui su amigo, y uno de sus hombres de confianza, dentro y fuera de la orquesta que creó años después”

Vertientes no fue solo música. Al segundo municipio de mayor extensión, como muchas personas de todo el país, vinieron los muchachos Bartolo y Teodoro en el año 1930 para sudar la camisa y ayudar a la madre, lavandera, en la precaria situación económica de la amplia familia.

Ejerció múltiples oficios, entre ellos: limpiabotas, obrero agrícola, cortador de caña en las colonias, y carretillero de sacos de azúcar en el entonces central Vertientes. A pesar del duro bregar, no podía desprenderse del embrujo de la música popular y con su guitarra en mano se buscaba unos pesos cuando pasaba el “cepillo” en bares, fiestas y serenatas.

En esos avatares de la vida bohemia integraba  junto a “Cheo” Casanova y Enrique Benítez Mora un trío, que fue el primero de los peldaños en su leyenda musical. Igualmente, en esa etapa formó parte del conjunto Avance.
El Benny en la memoria de Vertientes

Los vertientinos son muy celosos cuando hablan del Benny, a tal punto que consideran que en la película del mismo nombre, dirigida por Jorge Luis Sánchez en 2006, minimizó la larga estancia en este poblado, si bien existe en el largometraje la convicción de que pertenece a todos.

Por otra parte, el periodista Fernando Capote Taño, de CMHV Radio Vertientes, resume las consideraciones  de que no existe un lugar apropiado a la memoria del irrepetible cantante. Tan solo un local gastronómico, en cuestionables condiciones, nombrado “La esquinita del Benny”,  en cuyo portal  supuestamente limpiabas zapatos. Adelanta, optimista, la existencia de un novedoso proyecto dedicado a este prodigio de la música popular.

De Vertientes, el otro rincón querido, partió definitivamente el Benny en la década del 40  hacia La Habana para buscar nuevas oportunidades en su carrera artística y consiguió convertirse en el Bárbaro del Ritmo.

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