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viernes, 17 de abril de 2015

LA DEBACLE MERCENARIA


“A extraer de nuestro pasado glorioso, en sus propios escenarios, las lecciones que los hagan crecer”, dijo Fidel a estudiantes que bajo el nombre de Conquistando la historia realiza desde el pasado 11 de abril un recorrido por sitios históricos en Cuba.  (teleSUR)
En modo alguno los cubanos podemos olvidar la historia patria. No significa guardar rencor toda la vida, pero el recuerdo de lo ocurrido en el pasado evitará el desencanto y desaliento como tendencia manipuladoras. Mucho sudor y sangre ha costado el enfrentamiento a los vendepatrias, para defender una sociedad de todos y para el bien de todos.
Tres mil 478 cubanos han perdido la vida y otros dos mil 099 han sido incapacitados  por actos terroristas contra nuestro pueblo, desde el asesinato de un campesino hasta una invasión mercenaria.
No podemos olvidar que en la madrugada del 17 de abril de 1961 comenzó en la Bahía de Cochinos, en la costa sur de la Isla, el desembarco de la denominada Brigada 2506, integrada por mil 500 efectivos, fuertemente entrenados y armados por los Estados Unidos, con tanques, artillería de campaña y el apoyo una treintena de aviones.


Habían salido de Puerto Cabezas, Nicaragua, a bordo de cinco buques de guerra y escoltados por otras unidades navales norteamericanas, con dirección a Playa Girón y Playa Larga. El objetivo era ocupar una porción del territorio cubano y constituir un gobierno provisional contrarrevolucionario que obtendría de inmediato la intervención de los Estados Unidos, uno de los aspectos culminantes de la Operación Pluto, el proyecto más poderoso jamás organizado por la CIA, aprobado un año antes por el presidente Dwight Eisenhower (General de cinco estrellas en la II Guerra Mundial),  y llevado a cabo por su sucesor John F. Kennedy.
¿Quiénes arribaron a nuestras costas en las barcazas de desembarco y los transportes de paracaidistas?: 110 latifundistas, 24 grandes propietarios, 67 casatenientes, 112 grandes comerciantes, 194 ex militares y esbirros, 179 acomodados, 55 magnates industriales, 112 lumpen, 236 empleados fijos, 82 altos empleados y 200 socios de clubes aristocráticos. En fin, la flor y nata  de la oligarquía que odiaba y temía a la Revolución triunfante.
El teatro de operaciones escogido por la inteligencia enemiga les favorecía por terrenos pantanosos, pobremente habitados y  con apenas tres vías de accesos. Incluso un miembro de la tropa ingeniera había laborado en ese lugar.
Del otro lado de la Ciénaga de Zapata, el pequeño y corajudo Ejército Rebelde que había derrocado a la tiranía de Batista en 1959, y los dignos batallones de milicianas y milicianos, dignos. Ambas fuerzas armadas aprendían a grandes pasos las nuevas estructuras, misiones de combate y manejo de novedoso armamento. Todos,  hombres y mujeres humildes, habían conocido públicamente  unas horas antes del desembarco mercenario el carácter socialista de la Revolución y  habían jurado defenderla hasta la última gota de sangre.
Desde febrero, se incrementaron en todo el país las acciones terroristas  con aspectos más relevantes desde el incendio de la tienda habanera por departamentos El Encanto el 13 de abril, hasta los bombardeos aéreos del 15 de abril en La Habana, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba, definidos por el Comandante en Jefe como el preludio de una invasión, que se preparaba en tierras centroamericanas bajo el asesoramiento de los Estados Unidos.
Fidel según testimonio del periodista Luis Báez, a finales de marzo visitó los centros turísticos que se construían en la zona y expresó “Este es el lugar ideal para desembarcar” y seguidamente exclamó: “¡Va y estos h de p… se lanzan por aquí…!”
Pensando en voz alta agregó: “Vamos a instalar una ametralladora calibre 50 en el tanque de agua —se encontraba ubicado a una considerable altura— y otra frente a la pista de aviación”. Habló de situar cuatro bocas y un batallón de infantería. La marcha de los acontecimientos no permitió completar las órdenes.
El primer tope de las huestes invasoras fue con milicianos que hacían guardia en la playa  y transmitieron el mensaje del desembarco, y con el batallón 339 que estaba en las cercanías del central Australia y fue movilizado a toda la velocidad hacia Playa Larga, donde sostuvieron un combate desigual.
Paulatinamente, se fueron sumando a la ofensiva revolucionaria otros batallones de milicianos de localidades aledañas y pobladores que exigían armas y un puñado de balas; combatientes de la Columna Uno “José Martí” del Ejército Rebelde y la Policía Nacional Revolucionaria; unidades de nuevos tanques, cuyas tripulaciones tenían una preparación elemental, y artillería terrestre, que  batió a cañonazos las áreas de desembarco.
Además llegaron a la zona de combate los jóvenes de las antiaéreas que fueron un látigo contra los pilotos mercenarios, los pocos pero certeros aviones y la Escuela de Responsables de Milicias de Matanzas, con efectivos bien entrenados.
La presencia de Fidel en la zona de operaciones fue estimulante para los defensores de la Patria. Por tal razón, se avanzó sin descanso  para cumplir la orden de liquidar la invasión de los vendepatrias antes de las 72 horas.
A las 17:30 horas del 19 de abril, la incursión mercenaria estaba totalmente derrotada, aunque a un elevado costo de bravos compatriotas muertos y heridos en las acciones combativas.
El Jefe de la Brigada mercenaria 2506, José Antonio Pérez San Román había desechado la idea de sumarse a las bandas contrarrevolucionarias en el Escambray y esa tarde transmitía un mensaje a sus superiores de la CIA “Estoy destruyendo todos los equipos y las comunicaciones. Hay tanques a la vista. Ya no tengo con qué luchar. Huyo hacia el monte. No puedo esperar por ustedes”.
La debacle mercenaria.


http://www.bohemia.cu/dossiers/politica/01_fidel/reflexiones/espanol/2011/fidel-castro-reflexiones-15-04-11.html

http://www.granma.cu/granmad/secciones/giron-50/artic-22.html

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