Early in the morning my daughter came home with a ribbon of yellow tape,
"Look Pipo for you to put in your bag before you go to work."
Temprano en la mañana mi hija Bárbara llegó a la casa con un lazo de
cinta amarilla: “Mira Pipo para que lo pongas en el bolso antes de que vayas al
trabajo.” Unos buenos días inusuales que llenó mi pecho de satisfacción, tanto
como la sonrisa que acompañó al gesto de esta también colega de la prensa. No es nada nuevo que en mi familia hechos como
el narrado en relación con los cinco cubanos que sufren injustas condenas en
los Estados Unidos, por luchar contra el terrorismo similar que causó la
lamentable jornada del 11 de septiembre para el pueblo norteamericano. Tengo un
hijo mayor, Gilberto, enfermero intensivista, que recién culminó la colaboración en Venezuela, y que inscribió a su hijo menor con el nombre
de Gerardo. Ya el pequeño de ocho años de edad
explica que es el nombre de uno de los cinco héroes que no ha tenido hijos.
Cuando en una familia cubana existe tal
sentimiento de solidaridad, ¿cómo no será el reclamo de todo un pueblo para poner
fin a quince años de injusticias?
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