Por José Gilberto Valdés
Yo quiero
estar contigo en la irrigación colectiva de los buenos deseos en esa fecha del
catorce de febrero, Día del Amor y la Amistad.
Recuerdo la
ocasión en que te escribí una crónica donde mencionaba entre las preferencias
personales el beso diferente al despertar. ¿Te diste cuenta en este amanecer
cuadragésimo séptimo?
Por las
razones de una vida intensa que vivimos estos largos años, no pudimos estar
siempre lo suficientemente cerca para reactivar los votos de amor, pero aun
allende a los mares pusimos en función la imaginaria, sin tristezas, para
recordar este día especial.
En las
buenas y las malas, no puedes negar tu paciencia con mi carácter extrovertido, las
sutiles maniobras de concordancia, y el optimismo hasta la médula que te
arrastró por ejemplo en la aventura de un viaje con mochila y maleta – a
escoger según el lugar—con dos pequeños agregados hacia el oriente de la Isla.
Todo nos salió bien.
¿No se te
ocurriría volver a emprender estos viajes cortos y largos?, claro que ahora son
morrales para ocho y hasta nueve personajes adicionales. No le tenemos temor a
la osadía, además por esos amigos de nuestra familia nos apodan “los muchos”.
¿Sabes lo
que más aprecio de ti?: la facilidad con la que tiras por la borda mis
simulacros de comportamiento huraño, con o sin motivo y la desarmonía.
Recuerdo que hace años te ratifiqué que Yo también tengo mi
táctica, aprehendida en las lecturas de un “amigo”
común, Benedetti, el uruguayo:
“…mirarte
aprender como sos
quererte como sos
mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible”
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