Por José Gilberto Valdés
Ha pasado el tiempo y los hombres que deciden el futuro del
mundo no han aprendido la lección. Esos gobernantes adoptan una posición
inmutable frente a las imágenes del holocausto nuclear en las ciudades
japonesas de Hiroshima y Nagasaki, los días 6 y 9 de agosto del año 1945.
Los bombardeos a ambas ciudades asesinaron a mansalva a 129 mil personas en el
momento de las gigantescas explosiones en las postrimerías de la Segunda Guerra
Mundial y la cuenta sigue, como
consecuencia de efectos cancerígenos y otros padecimientos. La cifra no importa
para esos mandatarios. La posesión del arma nuclear es motivo de chantaje y amenaza
en la reafirmación de determinadas políticas.
Los objetivos elegidos por el aparato militar y
gubernamental estadounidense eran de economía industrial y, en modo alguno, de
concentraciones militares, por lo cual carecían de una amplia defensa antiaérea
y no fue valorada suficientemente la presencia solitaria en aquellas mañanas de
agosto de los aviones B-29, “Enola Gay” y “Bock’s Car”, que lanzaron sobre las
respectivas poblaciones las únicas dos
bombas nucleares existentes en el mundo.
Según un artículo de Rusia Today, a pesar de la devastación
humana y natural que causaron ambos artefactos nucleares, a inicios del
presente año se calculaba la existencia en el mundo de “un total aproximado de
15.850 armas atómicas repartidas entre nueve Estados: EE.UU., Rusia, Reino
Unido, Francia, China, la India, Pakistán, Israel (aunque este no lo admite
oficialmente) y Corea del Norte”.
“Incluso un limitado conflicto nuclear regional, por ejemplo
entre la India y Pakistán, con el uso de solo 100 bombas del tamaño de la de
Hiroshima, habría matado a unas 20 millones de personas de inmediato y los
efectos secundarios, entre enfermedades, cambio climático y la respectiva
hambruna, se cobrarán la vida de al menos 2.000 millones de personas alrededor
del planeta”.
Sin dudas, quienes han propiciado la multiplicación y
perfeccionamiento del armamento nuclear, en modo alguno no han aprendido la
lección, o mejor dicho no le han prestado la menor atención a la mayor amenaza
que gravita sobre la especie humana, y las consecuencias de las nubes de polvo
y humo en disminución drástica de la temperatura que causará mayores daños
inmediatos que el calentamiento global en el planeta Tierra.
Fidel Castro, basado en las explicaciones del investigador estadounidense Alan Robock,
insistió en la necesidad de que la humanidad conozca que pende de un hilo.
“Sencillamente se ignora, y me parece que tiene suficiente gravedad como para
que se conozca y se divulgue”.
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