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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Mi nieto se llama Gerardo Antonio

Por José Gilberto Valdés

Me siento tan orgulloso del más pequeño de mis descendientes como cualquier abuelo del mundo. Tengo en realidad cuatro nietos, dos varones de mi hijo, enfermero del Servicio de Urgencias Médicas que cumple misión en Venezuela, y dos hembras de mi hija, quien es editora de la página Web del periódico provincial ADELANTE (Camagüey, Cuba, 1959), donde precisamente yo comencé mi vida como profesional de la prensa a finales del año 1970.

Desde hace algún tiempo, tengo pendiente escribir una reflexión en torno al nombre compuesto de ese niño de seis años. La cuestión es sencilla, pero profunda en el pensamiento humano y solidario que caracteriza a los cubanos.

Puede uno de nosotros ir a cualquier país a brindar la gota de sangre.
Puede nuestro sudor empapar, desinteresadamente, la obra en remotos lugares del mundo.
Puede, igualmente, un profesional curar un enfermo allende a los mares.
Puede también, allá, un maestro enseñar a leer y escribir.

Puede, sin embargo, trascender la historia común de un joven matrimonio que al inscribir a su hijo en el libro de nacimientos, asientan con callado orgullo: Gerardo Antonio.

¿Por qué?

Habían pensado en Gerardo Hernández Nordelo y en Antonio Guerrero Rodríguez, dos de los cinco patriotas cubanos que siendo jóvenes fueron encerrados injustamente en cárceles de los Estados Unidos por luchar contra el terrorismo, en septiembre del año 1998. Ambos han permanecido alejados de sus familias con decoro, honor y valores revolucionarios, junto a sus compañeros Ramón Labañino, René González y Fernando González.

Para los padres de mi nieto es una manera de rendir homenaje a esos compatriotas que marcharon a las entrañas de Miami, para buscar información sobre las operaciones de grupos terroristas promotores y ejecutantes de agresiones contra Cuba.

El 12 de septiembre de 2011, Antonio recordó en versos los violentos momentos de su arresto y la invitación a la traición.

En una celda gris, como una fosa,

terminó todo aquello.

Y fue el instante

en que echó a andar el largo y cruel encierro.

Cuando se cumple un día más de la injusta prisión, pienso en el por qué el niño se llama Gerardo Antonio.

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