Por José Gilberto Valdés
El enemigo fue totalmente derrotado y el país, desde Cabinda hasta Cunene quedó absolutamente liberado. |
Las semanas finales de noviembre de 1976, un batallón de combatientes internacionalistas cubanos,
seleccionados entre los que participaron en
la guerra de Angola, se preparaba para desfilar el 2 de diciembre por la Plaza de la Revolución José
Martí, en La Habana,
para celebrar el vigésimo aniversario de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias.
La nación africana estaba libre desde el 27 de marzo de invasores
sudafricanos y zairenses, mientras se habían replegado las bandas fantoches de la UNITA. Aquellas marchas desplegadas en zafarrancho de combate
por caminos rodeados de “la mata”
(selva), de Cabinda a Cunene, ahora eran sustituidas por prácticas de
infantería de los voluntarios cubanos en
la contienda bélica.
La presencia de un contingente de
esos combatientes, por primera vez, en el desfile en La Habana era una sorpresa
preparada para Fidel y todo el pueblo. Los instructores, una y otra vez,
reiteraban la pregunta: ¿Qué pasará cuando esta gente entre a la Plaza? Por tal razón, a la
largo de la antigua pista aérea de Managua, en la capital del país, se
colocaban los bloques de las escuelas de cadetes y unidades militares que
habitualmente están presentes en otras conmemoraciones en la Plaza, quienes al paso del
batallón gritaban consignas y hacían gestos para desviar la concentración de
los internacionalistas.
Incluso, esos compañeros asistieron, de manera discreta, en un acto en la Ciudad Deportiva,
con la presencia de Fidel, donde se presentaron los nuevos uniformes que se
emplearían en las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Ahí todo trascendió en un
ambiente, relajado, con un comportamiento distendido.
La fecha del desfile fue pospuesta por la situación climática. La mañana
del 4 de diciembre fueron otros los resultados. El batallón desfiló
marcialmente hasta la entrada de la
Plaza de la
Revolución “José Martí”, pero ¿Quién podría soportar la
emoción y mantener el paso de infantería, la altura del pie, el ritmo al compás
de la música,… cuando el sistema de audio identificó la presencia del bloque de
combatientes internacionalistas?
El Comandante en Jefe Fidel Castro comenzó a aplaudir efusivamente, con
una amplia sonrisa, y llamaba la atención al resto de los presentes en la
tribuna, hacia comentarios con las personalidades allegadas. Un fuerte estruendo
se sintió por las expresiones de júbilo del pueblo reunido en la histórica explanada de la capital del
país.
Así las cosas, un par de cascos se deslizaron de las respectivas cabezas
y fueron literalmente pateados como
pelotas de fútbol. Las líneas de combatientes, tantas veces ensayadas para la
perfección, se tornaron cóncavas y convexas. Nadie había podido valorar la magnitud de las muestras de admiración,
que sacaron del paso a esos modestos hombres de carácter curtido en la lucha.
La sorpresa fue para Fidel…y para nosotros.
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