Por Ernesto Pantaleón Medina
OJO: ni son secretas ni de exterminio, sino que curan y hermanan.
En tiempos en que el COVID 19 azota al mundo y amontona a su paso dolor y muerte, y en época de calumnias, mentiras e infamias que constituyen un bochorno para la especie humana, conviene analizar algunos elementos que son consustanciales con la condición de cubanos, y uno de ellos, inculcado por Fidel es el amor verdadero al prójimo, sin hipocresías, sin segundas intenciones y sin reservas.
VEA TAMBIEN: ¿Cuáles son las
implicaciones de los ataques de EE.UU. a colaboradores médicos de Cuba?
http://www.canalcaribe.icrt.cu/frente-al-coronavirus-cuba-impulsa-solidaridad-ee-uu-impone-sanciones/
Fieles a esa condición irrevocable de solidaridad, en medio siglo más
de 400 000 médicos, enfermeras y otro personal de salud, han prestado
servicios en 164 naciones… calcule usted el número de nacidos en esta
isla, y tendrá una dimensión aproximada de ese altruismo.Para no remontarnos a los albores de esta práctica, basta recordar cuando Pakistán fue destruido por la furia de un terremoto, o cuando el Ebola brotó incontenible en naciones muy pobres del África.
En ambos casos una pequeña isla del Caribe tendió su mano sin interés alguno, y envió una fuerza invencible e indetenible: las brigadas del Contingente Henry Reeves, las que armaron sus hospitales en tiendas de campaña y se entregaron mañana, tarde y noche al combate sin cuartel contra la desgracia que lastimaba a personas cuyo idioma desconocían y de quienes nada pretendieron.
Pero en el momento en que el huracán Katrina destrozó miles de hogares y causó incontables víctimas en los Estados Unidos, la misma potencia que nos juró odio a muerte sin provocación alguna, el Gobierno Revolucionario encabezado por Fidel movilizó sus médicos y enfermeras, los equipó y manifestó al mundo la disposición de contribuir a restaurar las heridas en la zona de desastre, muchas de las cuales a más de una década continúan abiertas.
No es ocioso decir que dolorosamente la soberbia impidió a la cúpula gobernante en la Casa Blanca aceptar el desinteresado y despolitizado ofrecimiento.
Por favor, nadie pensaría que Cuba pretendía entonces inundar con ¨soldados del comunismo¨ el corazón del Tío Sam, o cambiar la mentalidad de los norteamericanos como nuevos adoctrinados de los manuales Marxistas-Leninistas-Martianos-Fidelistas.
Pues aunque parezca inverosímil y risible, algo parecido pretenden argumentar los voceros de la estupidez y la sinrazón, quienes afirman ser esa precisamente la tarea principal (no curar) de los cubanos en Venezuela, como hacían en Brasil y Bolivia, cuyos sectores más pobres claman todavía por la brecha que abrió en sus vidas la partida de los galenos de una isla humilde, pero digna.
¿Piensan acaso esos descerebrados que Cuba pretende erigirse imperio al estilo del que creó Alejandro Magno, quien conquistó medio mundo con el filo de sus espadas y la organización de su caballería macedonia?
¿Acaso el gobierno cubano intenta dominar y convertir en nuevas ¨posesiones¨ territorios como Antigua y Barbuda, Surinam, Granada, Jamaica y Belice, y hasta Italia, hacia donde envió sus ¨batallones¨ compuestos por unos cientos de especialistas armados con medicinas?
La prevalencia de la economía y el mercado por sobre la sociedad son distintivos del Capitalismo, ¨bondades¨ cantadas a voz en cuello por más de un demagogo y muchos engañados que tergiversan la verdad hasta el límite.
Incluso en la vieja, culta y prepotente Europa, se dan casos en que los galenos de sus hospitales deciden quien vive y a quien dejan morir ante la incapacidad de los servicios de salud de afrontar la crisis, algo impensable para quienes nacieron en la cultura del humanismo y el desprendimiento, en el principio inviolable de dar lo poco que se tiene, no lo que sobra.
Por último un dato que desmiente al mentiroso mayor, Donald Trump:
En los Estados Unidos se reportaban al momento de redactar este trabajo, más de 100 000 casos de Corona Virus, con lo que el país de las oportunidades, los Derechos Humanos y la libertad sobrepasa al total de contagios registrados en China en el apogeo de la pandemia, y mueren miles.
Esas víctimas de la enfermedad, pero también de un sistema, no son quienes deambulan por los pasillos de la Casa Blanca o el Pentágono, sino que caen por racimos los deambulantes, los sin techos o a quienes no ampara el seguro médico, muchos de ellos ex soldados que se jugaron la vida en tierras desconocidas bajo la bandera de las barras y las estrellas, la misma que hoy los abandona a su suerte.
Está por conocerse el primer contingente humanitario, de personal de salud que el gobierno de la potencia mundial envíe en un avión para combatir la miseria, el hambre y las enfermedades en algún país asfixiado por la pobreza y la desesperanza.
¿Son esas personas que deciden los destinos del mundo, parapetadas en sus millones de dólares, quienes nos juzgan?
Realmente, si no causara la cólera más grande y la peor de las vergüenzas por pertenecer al mismo género que esos ¨humanos¨ darían risa tales desatinos en nombre de la libertad y el progreso.
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