Por José Gilberto Valdés
En medio de los preparativos finales para su regreso como
guerrero a Cuba, cuando su prolífera
pluma colma papeles, entre ellos el Manifiesto de Montecristi, el 25 de marzo
de 1895, no deja de pensar en su madre, Doña Leonor Pérez Cabrera.
El primogénito de la
familia Martí – Pérez, fusión de sangre valenciana y canaria, tiene más referencias epistolares
con la madre que con el respetado Don Mariano, recto, honrado y justo. Ella
siempre aspiraba a que “Pepe” recapacitara en su perenne rebeldía frente al
yugo español, que ya había recibido la primera acometida de los cubanos,
infructuosa pero esperanzadora.
En la propia fecha de la firma del documento elaborado junto
a Máximo Gómez, envía una carta a la madre:
« Yo sin cesar pienso en UD. Ud. se duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y ¿por qué nací de Ud. con una vida que ama el sacrificio? […]El deber de un hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre»
El posible que la primera carta dirigida a su madre, quien
aprendió a leer y escribir por su cuenta --contraria a las costumbres que sojuzgaban a la mujer de la época--, la
escribió José Julián a la edad de los ocho años, durante un viaje a Caimito del
Hanábana, para contarle de los
campesinos, gallos finos y un caballo. Posteriormente están las procedentes
desde Matanzas, donde se sintió impresionado y amargado por la crueldad de la
esclavitud del negro en el campo.
Cuando tenía 15 años están entre sus primeros versos
aquellos bajo el título “A mi madre”:
«Madre del alma, madre querida,
Son tus natales, quiero cantar;
Porque mi alma, de amor henchida,
Aunque muy joven, nunca se olvida
[…]
La correspondencia más dolorosa para la querida madre fue,
sin dudas, la originada en el cautiverio
Canteras de San Lázaro
«Mucho siento estar metido entre rejas, pero de mucho me sirve mi prisión. Bastantes lecciones me han dado para mi vida, que auguro que ha de ser corta, y no las dejaré de aprovechar… »
¡Cuánto dolor en el corazón de madre causó aquella
fotografía con grillete en el pie!
«Mírame madre, y por tu amor no
llores,
si esclavo de mi edad y mis
doctrinas
tu mártir corazón llené de
espinas,
piensa que nacen entre espinas
flores»
José Martí siempre expuso su pesar por los años obligados a
vivir alejado de Doña Leonor, sumido a sus ideales y el ajetreado quehacer en
el exilio para reanimar el pensamiento
de los cubanos para la guerra necesaria por una Patria, una Cuba libre. En una
misiva a su amigo Manuel Mercado, en diciembre 1887, desde Nueva York destaca:
«Mamá está como conociéndome de nuevo: y yo triste, porque las dificultades de obrar bien, y de hacer bien en el mundo no me dejan disfrutar plenamente del goce de verla […] Al fin pude hacerla venir, por unos dos meses. Con la vida de trabajos que llevo, apenas tengo hora libre de la noche para verla, pero esto me basta para sentir menos frío en las manos y volver cada día con más estímulo a la faena.»
Leonor no pudo ver reposar en su ingente esfuerzo
independentista a su querido “Pepe”, muerto en combate de su “Pepe”, el 19 de mayo de 1895 en Dos Ríos, a la edad
de 42 años.
*Leonor Antonia de la Concepción Micaela Pérez Cabrera nace
en Santa Cruz de Santiago, Tenerife (Islas Canarias), el 17 de diciembre de
1828. Ama de casa.
** Mariano de
los Santos Martí y Navarro, nace en Valencia el 31 de octubre de 1915. Oficios
de sastre, sargento de artillería, celador de barrio, capitán de partido.
Sufrió pobreza por carecer de empleo durante largas temporadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario