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martes, 2 de diciembre de 2014

Fidel, ardiente profeta de la aurora



Cinco meses antes de enrolarse en la expedición de 82 revolucionarios que viajaron en el yate Granma desde  Tuxpan, México, hasta arribar el 2 de diciembre de 1956 a Las Coloradas, en la costa oriental de Cuba, Ernesto Che Guevara dedica este poema a Fidel, a quien describe como «ardiente profeta de la aurora»:



Vámonos

ardiente profeta de la aurora,

por recónditos senderos inalámbricos

a liberar el verde caimán que tanto amas.



Vámonos,

derrotando afrentas con la frente

plena de martianas estrellas insurrectas,

juremos lograr el triunfo o encontrar la muerte.



Cuando suene el primer disparo y se despierte

en virginal asombro la manigua entera,

allí, a tu lado, serenos combatientes,

nos tendrás.



Cuando tu voz derrame hacia los cuatro vientos

reforma agraria, justicia, pan, libertad,

allí, a tu lado, con idénticos acentos,

nos tendrás.



Y cuando llegue el final de la jornada

la sanitaria operación contra el tirano,

allí, a tu lado, aguardando la postrer batalla,

nos tendrás.



El día que la fiera se lama el flanco herido

donde el dardo nacionalizador le dé,

allí, a tu lado, con el corazón altivo,

nos tendrás.



No pienses que puedan menguar nuestra entereza

las decoradas pulgas armadas de regalos;

pedimos un fusil, sus balas y una peña.

Nada más.



Y si en nuestro camino se interpone el hierro,

pedimos un sudario de cubanas lágrimas

para que se cubran los guerrilleros huesos

en el tránsito a la historia americana.

Nada más.


Che Guevara

México, 1956.


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