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miércoles, 24 de febrero de 2021

Mirar los sueños de Martí, con la pupila sin telarañas

 


Por José Gilberto Valdés

José Martí recogió las banderas independentistas enarboladas por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868, pues la “Guerra de los Diez Años” no tuvo un final feliz, por el incontrolable caudillismo, indisciplinas, ausencia de un mando único y, sobre todo, la falta de unidad.

El revolucionario cubano de la nueva horneada quiso su suerte echar para reanimar el latente espíritu de liberación del yugo español y emprendió la ardua tarea de reunir un contingente de viejos mambises y novatos combatientes por la libertad, sin la repetición de aquellos errores en la anterior contienda.

Con mucho secreto se actuaba para evitar indiscreciones, como la que condujo al revés del Plan Fernandina, -- incautado el cargamento de armas, municiones y otros recursos financiados por emigrados cubanos en los Estados Unidos para una guerra de corta duración en la Isla-- y hasta la manifiesta avenencia a la metrópoli  promovida por el Partido Autonomista.

En la Isla sometida al coloniaje español se había acrecentado el ambiente insurreccional y los cubanos se lanzan de nuevo a la manigua redentora el 24 de febrero de 1895. En meses posteriores, en la mayor parte de la Isla existían focos de insurrectos. Los “pinos nuevos” convocados por José Martí se unen a  veteranos jefes mambises como Máximo Gómez y Antonio Maceo.

La “guerra necesaria y justa” para fundar una república  contaba en esta ocasión con un programa político-militar para reanimar la insurrección, elaborado por Martí y Gómez, en la República Dominicana, el cual firmaron y dieron a conocer el 25 de marzo de 1895 bajo el nombre de Manifiesto de Montecristi.

Con anterioridad se había fundado el Partido Revolucionario Cubano para fortalecer conciencia de las masas que mantuvieron sus ideales independistas.

La lucha armada que se extendió de oriente a occidente debilitó a España y su  política de retener el poder sobre la Mayor de las Antillas "hasta el último hombre y hasta la última peseta".

En esa situación se produjo, en 1898, la intervención de los Estados Unidos en la guerra tomando como pretexto el estallido del buque “Maine”, en el puerto de La Habana. Una oportunista patriotería yanqui, respaldada por una superioridad militar y logística motivó el secuestro de los esfuerzos de los criollos por emanciparse de la dominación colonialista.

Tras la derrota del ejército español, en la primera guerra imperialista, Washington no reconoció al gobierno de la República de Cuba en Armas, impidiendo incluso la entrada de las tropas cubanas a la ciudad de Santiago de Cuba.

Sin embargo, no consiguieron poner fin de la doctrina martiana por la soberanía de la Patria, forjada en un complejo y difícil camino de la nacionalidad cubana, y  fue inspiración en la continuidad de la lucha, con la sucesión de generaciones de cubanos que no dejaron caer la espada.

 

Punto culminante en la consecución de la libertad, fue la entrada en Santiago de Cuba, en enero de 1959, de las tropas rebeldes comandadas por el Comandante en Jefe Fidel Castro, tras derrocar al dictador Fulgencio Batista y poner punto final a un proyecto de república, dependiente del mandato de gobiernos norteamericanos

Tras ese punto de giro en la Historia de Cuba, aquella opción mambisa de Independencia o Muerte, se transformó en los nuevos tiempos con la de Patria o Muerte, pues el imperialismo yanqui llevó a cabo  y realiza múltiples acciones --desde  la armada a  las cortinas de confusión política nacional e internacional— para detener los avances de la Revolución que beneficia la dignidad de los cubanos.

Los principios emancipadores de Martí han fortalecido el pensamiento fidelista para enfrentar al agresivo y amenazante vecino del norte en cualquier escenario, sobre todo en la lucha por la supervivencia durante más de sesenta  años frente a las afectaciones del bloqueo económico, comercial y financiero, que resulta ya obsoleto, pero obstaculiza la actualización de nuestro sistema social “con todos y para el bien de todos”

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