El comportamiento del “secretismo” en las autoridades de salud
locales, apuntado por el periodista Omar George Carpi, no es privativo de Cienfuegos. Unos 330 kilómetros al nordeste de
la Perla del Sur, en la ciudad de Camagüey, tal embrollo se aprecia al abordar el tema de la enfermedad en un
programa televisivo, con una especie de que diga pero no digas, en tanto la
famosa agenda pública está cargada de opiniones sobre la enfermedad, cantidad
de pacientes en salas con atención
especial en los hospitales y el ir y
venir de centenares hombres y mujeres de la campaña antivectorial contra el
mosquito.
La afirmación de los especialistas seleccionados para el tratar
el tema es que la población no tiene percepción
del riesgo. Cierto, pero cómo ilustrar la magnitud del suceso. ¿Cuántas
personas por cada mil habitantes contraen la dolencia, sobre todo por la negligencia humana, además de condiciones ambientales
propicias, sobre todo ahora en el verano, para la reaparición del Aedes agypti?.
Hay que olvidarse de temas tabúes. Sin artificios, con
sinceridad, para no perder la credibilidad de las autoridades ni la prensa revolucionaria. Al
pan, pan y al vino, vino.
Más detalles en el artículo “OTRA VUELTA A LA TUERCA DEL SECRETISMO” del periodista cienfueguero
Omar George Carpi, Premio Nacional de Periodismo José Martí, En su quehacer
periodístico sobresalen coberturas internacionales como la corresponsalía en
Angola, la misión médica en Nicaragua y la visita de Fidel al Vaticano.
¿Cómo se supone que comience un periodista un programa de
televisión sobre una epidemia de dengue que azota a la comunidad en que vive y
trabaja? ¿No es acaso ubicando a sus conciudadanos en la situación
epidemiológica en que se encuentran?
Y como parte de esa elemental comprensión, ¿no es necesario que
sus televidentes sepan cuántos casos de enfermos ya han sido diagnosticados?
¿Cuántos de ellos han fallecido? ¿Cuán complejo es su contexto pandémico en
comparación con el de otras provincias?
Esta es la lógica del periodismo y del periodista, quien debe
hacer a los decisores de políticas y funcionarios encargados de aplicarlas,
todas las preguntas que cualquier persona les haría si tuviera la oportunidad
de hacérselas.
Pero lamentablemente, sigue sin haber coincidencia entre las
proyecciones de la prensa y las de algunas instituciones públicas. No nos
ponemos de acuerdo y es la comunicación la que se resiente, a pesar de los
discursos, los llamados al “cambio de mentalidad”, los congresos, las
reuniones, los encuentros…
Cienfuegos atraviesa por una de sus peores epidemias de dengue.
Y las autoridades de Salud del territorio se niegan a dar datos precisos y
exactos a la prensa sobre la magnitud de la pandemia.
No les ha quedado más
remedio que dar a la enfermedad el nombre que tiene, DENGUE, porque hace unos
meses atrás, cuando se les preguntaba, hasta pretendían aludir a ella sin
nominarla. ¿Surrealista, verdad?
Quizás si se hubiera sido entonces todo lo transparente que
todavía reclamamos ser, no se estuviera cuestionando a la población la falta de
percepción de riesgo que hoy es en parte responsable de la grave situación a la
que se ha llegado: más de 2 mil casos diagnosticados desde el pasado mes de
septiembre hasta la fecha. Por cierto, el único dato atribuido a una fuente
oficial, a la que al parecer “se le escapó” en un programa de la radio local,
el pasado 29 de abril.
Y no es que todo lo demás que también le interesa conocer a la
población al respecto no sea importante. Creo que lo es, y mucho. La gente tiene
que saber los síntomas de una enfermedad que mata y cómo se trasmite; la manera
de prevenirla y reaccionar ante las primeras manifestaciones de la afección; la
cuota de responsabilidad que comparten con las instituciones en función de
mantener un ambiente de salubridad que impida el avance del mal.
Todo eso es importante saberlo. Pero no sin antes conocer qué
sucede a su alrededor, por qué se adoptan medidas de emergencia y por qué el
dengue tiene también una expresión estadística, más allá de las evidencias
-siempre susceptible al rumor y a la alarma- de familiares, vecinos y amigos
enfermos.
Quizás el tema vuelva a plantearlo –por enésima vez– en una
próxima reunión de periodistas. O pensándolo bien, quizás me ahorre ese
ejercicio, hasta ahora inútil entre cuatro paredes, para seguir denunciándolo y
combatiéndolo desde espacios como éste, más abarcadores, más susceptibles de
remover la vergüenza de los involucrados.
(Tomado de Cubaperiodistas)
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