Celia Sánchez Manduley junto a Raúl, Fidel y Vilma |
Desde hace 33 años, los recuerdos se multiplican cada 11 de enero en Cuba, cuando se cumple un aniversario de la desaparición física de Celia Sánchez Manduley. Ella es ejemplo de patriotismo, fidelidad, modestia y sencillez. Esos valores la acompañaron desde que se convirtió en la primera mujer incorporada al Ejército Rebelde y durante los 23 años que trabajó al lado del Comandante en Jefe Fidel Castro.
“Cuando murió le faltaban cuatro meses para cumplir 60 años de edad. Muchos aseguran que, como las personas buenas no mueren, ella aparece entre las flores, los helechos arborescentes o las chinas pelonas de los arroyos de la Sierra”. Así sentencia Giraldo Mazola, diplomático y periodista cubano, en un testimonio publicado en Cubadebate.
De ese interesante artículo he extraído las siguientes citas que moldean la imagen de esa destacada revolucionaria a las nuevas generaciones de cubanos y amigos de todo el mundo:
“Muchas obras que aún conservan su impronta, en la belleza de los detalles que sugería a arquitectos e ingenieros, que luego las hacían suyas. El Parque Lenin, la Casa de los Cosmonautas o el Palacio de las Convenciones, lo atestiguan (…)
“Es algo que se inició mucho antes, con su infinita capacidad de crear recuerdos imperecederos. Junto a su padre vindicó al Apóstol en el año de su centenario colocando en la cresta del pico Turquino el busto de Martí, que desde allí oteaba el horizonte como reclamando la conclusión de su obra (…)
Ella no sabía que ese mismo año, en Santiago, un centenar de jóvenes iniciarían el intento de reivindicarlo, inmolándose en el cuartel Moncada. Tampoco imaginó que volvería a aquella cúspide acompañando al líder de los moncadistas, vestida de verde olivo, como primera guerrillera con un fusil colgado en su tierno hombro de mujer (…)
Con el humanismo que heredó de su padre y la sensibilidad de la madre, organizó con los nombres de Norma, Aly, Carmen, Liliana o Caridad, la base de apoyo del incipiente movimiento guerrillero, creciendo ella misma con el vigor incontenible de esa fuerza y convirtiéndose en la sencilla e insustituible Celia, con cuyo nombre la ha eternizado nuestro pueblo (…)
No en balde, Armando Hart afirmó en su oración fúnebre que “será imposible escribir la historia de Fidel Castro sin reflejar a la vez la vida de Celia.”
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