"Yo quiero que la ley primera de nuestra Repúblicasea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre"José Martí.
Por José Gilberto Valdés
Hoy, como siempre, los cubanos se sienten orgullosos de los
Derechos Humanos que disfrutan y defienden desde la Punta de Maisí, al Cabo de
San Antonio.
Tenemos más de un argumento para demostrar esa satisfacción,
a pesar de las obstrucciones de los Estados Unidos durante más de medio siglo
para el desarrollo de la economía, que podría tener una marcha menos engorrosa,
y el acceso a los recursos, medios y
conocimientos en función del progreso en
una sociedad de pleno bienestar para las personas, sin distinción de raza o
credo.
No han podido ponernos de rodillas.
Prácticamente cada día debemos asumir la controversia y el
debate frente a las avalanchas mediáticas de fuerzas de poder reaccionario globalizado
y la palabrería insulsa de personajes
que en el norte brutal y allende al Océano Atlántico pretenden borrar nuestro ejemplo de la faz
del mundo.
Por distintas vías pretenden ponernos en el banquillo de los
acusados, desoyendo reclamos de pueblos y gobiernos amigos.
Hace unos meses, el
presidente de Estados Unidos, Donald Trump expresó en un ambiguo discurso ante
una selecta audiencia contrarrevolucionaria en la ciudad de Miami su disposición
a “garantizar los derechos humanos en Cuba y Venezuela”.La reacción de una inmensa mayoría de cubanos en la Isla coincide en la pregunta: ¿De qué derechos habla Trump? El pronunciamiento del mandatario -- repetitivo en sus antecesores de la Casa Blanca-- es una franca “intervención en los asuntos internos de otro país”. Los cubanos disponemos de cuarenta y cuatro instrumentos sobre los derechos humanos, mientras sólo dieciocho disponen los vecinos del norte.
En modo alguno, se pueden comparar nuestros programas de empleo y perfeccionamiento de las reformas laborales, frente a las políticas económicas de Donald Trump que no están obteniendo buenas calificaciones y ponen en riesgo a cuatro millones de empleos, entre otras afectaciones domésticas e internacionales.
El presupuesto cubano para el presente año destina otra vez más de la mitad de los gastos a los servicios gratuitos de salud, la educación donde no es necesario el desembolso individual desde la escuela primaria a la universidad y la asistencia social.
El derecho a la calidad de vida de los residentes en la
Mayor de las Antillas se reconoce internacionalmente, con la esperanza al nacer
que ha ascendido hasta los 78 años de edad, cifra que nos incluye entre las mejores 25
naciones en ese importante indicador del progreso humano de una sociedad, cuya
longevidad es consecuencia del desarrollo económico y social.
El ejemplo más reciente es el huracán de voluntades del
Estado que siguió al paso del destructor Irma por 14 de las 16 provincias cubanas. Ningún esfuerzo, recurso material o ayuda
solidaria se ha dejado de tener en cuenta como respaldo a las necesidades de
los perjudicados por las fuerzas de los vientos
y las intensas lluvias.
¿Recuerdan ustedes la cuestionable imagen de Trump lanzando
paquetes de servilletas sanitarias a los
damnificados del huracán María en Puerto
Rico? Uno de los peores desastres de los EE.UU. no ha tenido la adecuada respuesta del
Gobierno a los “severos” daños en la isla caribeña.
En el presente 2017 se lleva a cabo la primera etapa de las
Elecciones Generales en Cuba con la
selección de los delegados a las
asambleas municipales del Poder Popular, que serán constituidas el 17 de diciembre,
en un procedimiento participativo en las
gestiones de gobierno que llama la atención a muchos pueblos del mundo.
¿Puede Trump sostener un argumento que rebata esa realidad,
sin caer en la mentira o menosprecio a los cubanos? Mucho menos podría
compararnos con el sistema electoral que lo colocó en la silla presidencial sin
alcanzar la mayoría de votos populares.
En la conmemoración este 10 de diciembre del DíaInternacional de los Derechos Humanos, sobre la base de la Declaración
Universal aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1948, el
pueblo cubano tiene suficientes razones
para desmontar cualquier campaña adversa sobre
el tema.
Sin embargo, si podemos preguntarnos: ¿De qué manera, Trump,
sus secuaces y hasta despreciables lamebotas podrían garantizar los derechos
humanos en Cuba?
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